La fecha: 10 de mayo de 1989. El sitio: avenida Central, ciudad de Panamá. Los hechos: una turba enardecida, a todas luces amparada y financiada por las Fuerzas de Defensa de Panamá, le sale al paso a una caravana de la Alianza de Oposición Civilista (ADOC).
A la cabeza de esta van Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Billy Ford, candidatos a Presidente y vicepresidentes de dicha alianza, respectivamente.
En las elecciones celebradas ese 7 de mayo, el oficialismo les ha robado un triunfo cuyas cifras no dejaban lugar a dudas y, ante tal arbitrariedad, Panamá ha salido en masa a protestar.
Al llegar a la plaza de Santa Ana, Endara se enfrenta a la turba y recibe un varillazo; en ese momento, los guardaespaldas de Ford tratan de protegerlo, metiéndolo dentro del vehículo que lo transporta, pero uno de ellos es impactado por una bala y su sangre se derrama sobre la camisilla blanca de Ford, que queda en medio de la acera a merced de la ira bestial de un varillero. A corta distancia, un agente de las Fuerzas de Defensa lo observa impávido.
La escena es capturada por un periodista de Time Magazine; la revista publica la foto y la imagen se encarga de contarle al mundo lo que ocurre en Panamá.
Siete meses y decenas de víctimas más tarde, el 19 de diciembre de 1989, Endara, Arias y Ford aceptan una invitación a cenar en la entonces base aérea de Howard y, estando allí, el encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos les informa que, en las próximas horas, una invasión barrerá con el poder militar.
Para evitar que se dé un vacío de poder, la terna es juramentada ante dos testigos hábiles y, al cabo de dos días, se traslada al palacio Justo Arosemena de la Asamblea Legislativa, para formar el nuevo gobierno. Posteriormente se instala en Cancillería y, finalmente, en el Palacio Presidencial.
La carrera política de Ford, empresario hecho a pulso que se había desempeñado en la banca y en los seguros, y además había formado parte del grupo que Torrijos envió al exilio en los años 70, marcaba un punto alto.
Como segundo vicepresidente y ministro de Planificación y Política económica, enfrentaba el reto de reactivar un país endeudado, sin liquidez, saqueado, y con altos índices de desempleo. Además, debía gestionar la compensación que Estados Unidos entregaría a Panamá, incluidos los recursos con que se financiaría la reconstrucción de El Chorrillo.
Le tocó trabajar en medio del debate, la crítica y la polémica propios de una democracia que despertaba de un sueño de más de 20 años, pero llevó su gestión a término. Posteriormente, durante la administración de Mireya Moscoso, se desempeñó como embajador de Panamá en Washington. Luego volvió al país, donde se mantuvo activo en la política como ciudadano y como miembro fundador del partido Molirena, del que se separaría más tarde movido por el deseo de acompañar a Endara en otro intento por acceder a la Presidencia.
A pesar de los años y de los padecimientos físicos, los periodistas siempre encontraron en él una fuente dispuesta a opinar sobre los temas nacionales. Recientemente, señala el Dr. Mario Galindo, “Ford manifestó su desacuerdo con la forma como se está gobernando el país en este período, lo mismo que su total desacuerdo con la fusión de Molirena y Cambio Democrático”.
Esa permanente disposición a ser parte del debate público la explica Ford en sus memorias publicadas en 2004 bajo el título ¡Valió la pena!: “es imposible que la boca calle lo que el corazón demanda”, escribió.
El ex vicepresidente tenía autoridad moral para expresarse con respecto a los temas de país. “Billy Ford fue”, de acuerdo con la opinión de Mario Galindo, “una persona sumamente valiente y honrada, que desempeñó un papel importantísimo en el derrocamiento de la dictadura y en el restablecimiento de la democracia en Panamá”.
Guillermo Ford Boyd nació en el hospital Santo Tomás el 11 de noviembre de 1936 y murió en su casa el 19 de marzo de 2011, a los 74 años. Gracias al ejemplo de hombres como él, hoy los panameños se mantienen en alerta ante cualquier desvarío que pueda alejar al país de los senderos de la libertad y del respeto al estado de derecho. Sí, don Billy, valió la pena.