Honduras de una crisis

Honduras de una crisis


Ya no importa. Que Manuel Zelaya, entonces presidente de Honduras amaneciera aquel 28 de junio en Costa Rica, vestido apenas con su pijama, alejado del poder por la fuerza, conducido hasta allí por militares de su país, ya no importa.

Los militares acusados de haber procedido de esta forma, sin el concurso de las autoridades competentes, han sido absueltos por la Corte Suprema, poniendo punto final a una crisis que enfrentó en las instancias diplomáticas a varios países de la región, generó roces con la Organización de Estados Americanos y provocó la expulsión del país centroamericano del organismo hemisférico.

Ya no importa, porque al parecer, todos los actores de este episodio están contentos. Al menos, conformes. Hoy asume la Presidencia de Honduras el derechista Porfirio Lobo, elegido por los votantes hondureños en medio de la crisis de gobernabilidad generada por la salida de su antecesor, pero apegado al calendario electoral previo a los sucesos que llevaron fuera del poder a Zelaya.

Este había desafiado a los tribunales de su país al promover una asamblea constituyente que permitiría su reelección, provocando así la polarización de la sociedad hondureña hasta niveles peligrosos, según los militares y otros sectores políticos.

Zelaya, ahora, saldrá de su refugio en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa y se irá a una especie de “exilio dorado” a República Dominicana, como “huésped”, acogido así por su ex colega, el también liberal Leonel Fernández, quien afianza su papel de mediador exitoso en crisis regionales.

En tanto, el ex presidente interino Roberto Micheletti no estará presente, como lo quería Zelaya, en el traspaso del poder: convenientemente se retiró del poder el 21 de enero para evitar ser un obstáculo de la transición.

¿Demasiado bueno para ser verdad? Tal vez. Lobo sabe que hereda un país profundamente dividido y una comunidad internacional confundida y escéptica sobre la legitimidad de lo actuado. Él ha dicho que buscará la unidad de todos los hondureños y que confía en que el resto de los países de la región reconocerá su gobierno y apoyará a Honduras. Todos parecen dispuestos ahora a hacer un borrón y cuenta nueva.

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