CINISMO. Semanas después de que llegara a la Asamblea la “ley sobre aviación comercial” –que escondía, entre otras bombas, la posibilidad de sustituir los estudios de impacto ambiental (EIA) por las llamadas “Guías de buenas prácticas ambientales”–, la Anam se explica. Malamente, pero se explica.
En un comunicado aparecido en los medios, la institución que debería velar por la protección de nuestros recursos naturales dice que las “Guías de buenas prácticas” son “complementarias y no sustitutivas de los estudios de impacto ambiental”, y que “son instrumentos de ayuda para cumplir con los requisitos establecidos en la legislación”.
Sin embargo, al final del comunicado, la Anam aclara: la escogencia de una opción y otra (Guías o EIA), “podría ser, en algunos casos, a voluntad del desarrollador” Clarísimo. Tal y como lo estableció la “ley chorizo”. Y justamente eso es lo que tiene preocupados a tantos... no solo a los ambientalistas. Las guías, como las definen los documentos de la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo que tan pomposamente cita el comunicado de la Anam, “son instrumentos de gestión empresarial”.
Es decir, como esos códigos de ética que suelen aprobar los gremios profesionales y cuya violación nadie sanciona. Además, la patética explicación de la Anam nada dice de la misteriosa aparición de la “guías” al final del movido segundo debate. Si son parte de la estrategia de la Anam, hubieran estado en el proyecto original. ¿O no?