MODELO. Sí, ya sé. Tengo al ambiente abandonado. Pero qué quieren que les diga si el tema ambiental está completamente ausente de la acción oficial. ¿Cerraron la Anam? Si no lo han hecho, cualquiera lo diría. A don Javier Arias solo lo vimos en los medios de comunicación cuando la ley chorizo era ya una realidad, sin que en el debate legislativo se dignara explicar las supuestas bondades de las célebres “guías de buenas prácticas” que sustituirían a los estudios de impacto ambiental.
Y hasta ahora, nada más se ha sabido, salvo que se aprueban cementeras en medio de la ciudad y que las mascotas son motivo de preocupación… Mientras, un manto de silencio ha cubierto las actividades de Petaquilla Gold en Coclesito que, a partir de la llegada de la Patria Loca, se ha convertido en una empresa minera cumplidora de la ley. ¡Bravo! No queda más que alegrarse del arrollador “desarrollo” en marcha.
Cómo no aplaudir, por ejemplo, las gestiones hechas para que la vieja sede de la Embajada de Estados Unidos se convierta en una vanguardista torre que adornará la silueta de la vieja Avenida Balboa? Eso se llama usar con sabiduría los recursos públicos, aunque la entidad que recoge la basura en la capital se encuentre en el lamentable estado que ya sabemos. Aquí la cosa es que todo el mundo sepa –como si hubiera alguna duda- que nuestro modelo de ciudad es Miami. Hombre, que cada cual tiene derecho a tener el modelo que quiera. Y si ese es el de los señores instalados en Palacio, pues lo que tendrán a manos llenas son arquitectos para hacer ese sueño realidad. ¿Espacios públicos, parques, bibliotecas, centros culturales, aceras? No, no… ese no es el modelo en marcha. Es otro: el que humilla a la justicia (¡fiscal Calderón, tenga usted un poco de decoro!), y avasalla con tropas de choque incluidas. Ese es el modelo.