OSCURIDAD. En medio de la ventolera destructiva de la historia arquitectónica instalada en este país desde hace años, resulta verdaderamente reconfortante, y paradójico, que en el lugar donde estuvo la sede del Comando Sur del poderoso ejército estadounidense -la antigua Base Militar de Clayton reconvertida para orgullo nacional en la Ciudad del Saber- se haya restaurado el viejo cine construido en 1935 y diseñado por los arquitectos Wright y Schay, diseñadores de varios de los más sobresalientes inmuebles del barrio de Bella Vista, como los edificios Riviera, Sousa e Hispania, todos aún milagrosamente en pie.
El hoy llamado Ateneo -que inició su nueva singladura con un festival latinoamericano de cine en octubre- es una pieza singular de aquella arquitectura bellavistina desaparecida para siempre de la ciudad debido a la codicia de unos, la falta de buen gusto y ética de arquitectos del patio y la evidente complicidad de funcionarios que, en vez de propiciar la conservación de un importante patrimonio urbano, repartieron permisos de demolición sin el menor remordimiento y seguramente -como parece evidenciar el caso de un funcionario bajo investigación- con beneficios personales. Sí, beneficios personales y cero amor a la patria que sigue siendo la norma, a pesar de los “cantos a la bandera” y las exigencias de desfiles.
Ahora, un nuevo espanto: la torre financiera que reemplazará a la vieja Embajada de Estados Unidos, estructura que podría destinarse a tantas y tantas actividades culturales que requiere esta ciudad. Además, y ya lo han dicho con firmeza los familiares del ex presidente Belisario Porras, la espantosa estructura -ahora en manos de uno de esos arquitectos que parece que no aprendió aquello del respeto al entorno donde una obra se hace- afectará al Hospital Santa Tomás, un ícono arquitectónico de la ciudad. Ya lo dijo Frank Gehry en alguna ocasión sobre Panamá: “A esta ciudad le han faltado clientes y arquitectos iluminados”. Sí, aquí la oscuridad es la norma y ahora está en el poder.
