ESTULTICIA A partir del lunes, el mundo tendrá otra oportunidad de ponerse de acuerdo y tomar medidas concretas para impedir que las ya dramáticas consecuencias del cambio climático se profundicen.
Después del estrepitoso fracaso de la cumbre de Copenhague, la esperanza está en la nueva convocatoria hecha por Naciones Unidas en la ciudad mexicana de Cancún. Sin embargo, motivos para el optimismo hay pocos. Allá y acá. Y es que las consideraciones económicas e intereses empresariales de viejo cuño siguen ganando la batalla. Allá y acá. Y si alguien lo duda, un ejemplo: el empeño del presidente, Ricardo Martinelli, y su ministro de Economía y Finanzas, Alberto Vallarino, de construir lo que han llamado pomposamente la “torre financiera”, como un ejemplo de lo peor que el ser humano hizo en el siglo pasado. Patético y triste.
En vez de aprovechar la oportunidad para hacer una obra que simbolice la ilimitada creatividad humana –y que en materia de arquitectura sostenible está dejando espectaculares ejemplos en las principales ciudades del mundo– lo que nos ha mostrado el Gobierno y su arquitecto elegido, es un horror de vidrio que requerirá de una cantidad bochornosa de energía para funcionar, acabando de paso con los espacios verdes que hoy existen alrededor de la vieja estructura que albergó a la Embajada de Estados Unidos... Y por los lados de la minería a cielo abierto, nada parece frenar la voracidad que esta nueva fiebre de oro está causando. Allá y acá.
