CLARIDAD. En estos días cargados de impactantes y tristes imágenes de humildes panameños afectados por los efectos de una naturaleza cansada de tanto abuso, las palabras parecen sobrar. Por el momento, lo importante es la solidaridad con nuestros hermanos que lo han perdido todo.
Ese debe ser nuestro objetivo en este fin de año que será especialmente triste para tantos y tantos compatriotas... pero cuando las aguas bajen, se limpie el lodo, se entierre a los muertos, empiece la reconstrucción y se hagan los balances, habrá que hablar de la responsabilidad que tenemos en lo sucedido, y habrá que hablar del futuro. Será preciso dejar a un lado esa demagogia oficial que surge con toda su floritura en momentos de tragedia, pero que luego transmuta en soberbia y codicia, aprobando cuanto proyecto aparezca, aunque implique la destrucción de bosques, manglares y espacios verdes.
El cambio climático llegó para quedarse, a pesar de quienes aún creen que se trata de un invento de ecologistas locos y alarmistas. Mientras los países desarrollados y principales contaminantes siguen posponiendo el momento en que deberán reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, para países en desarrollo como Panamá la meta es otra: proteger sus bosques, sus manglares, su biodiversidad.
Ese es el aporte que podemos hacer a la salvación del planeta. Cada árbol caído, cada capa vegetal cubierta de cemento, cada estructura diseñada despreciando el entorno, constituye nuestro aporte a la destrucción y a la muerte. Que quede claro.
