IMPUNIDAD. El tema minero no deja de dar sorpresas... y todas desagradables. Mientras los señores del Ministerio de Comercio e Industrias, en conjunto con la dupleta presidencial y vicepresidencial, no paran de dar tumbos en sus “aclaraciones” sobre cerro Colorado y las reformas al Código Minero, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia dan la prueba máxima de que la impunidad en este país goza de buenísima salud. El mensaje es alto y claro: violar la ley paga cuando el negocio involucrado es grande.
Y la minería, evidentemente, es un gran negocio para algunos. Imagino la alegría de los señores de Petaquilla Gold ahora que la Corte Suprema los exoneró del pago de la multa de casi 2 millones de dólares que le impuso la Anam, después de haber iniciado su explotación minera en violación de todas las normas ambientales habidas y por haber.
La historia es de antología: en 2005, unos vecinos de Coclesito denunciaron que estaban tumbando árboles sin misericordia en el área y que, como consecuencia de la destrucción de la capa vegetal, la sedimentación era terrible en los ríos.
Salió la noticia en los medios y entonces, solo entonces, la Anam reaccionó. Mientras, el Ministerio de Comercio de la época miraba para otro lado. Durante un buen tiempo, los señores de Petaquilla Gold se negaban a hacer un estudio de impacto ambiental, lo que implicó una cadena larga de recursos legales que desgastaron bastante a la Anam. Tres años después, en 2008, finalmente se emitió la resolución que multó a los mineros y que ahora, por magia jurídica y quien sabe qué otras artes, ha sido desaparecida por los señores magistrados.
El caso viene al pelo ahora que se insiste en que las reformas al Código Minero garantizarán el respeto al ambiente. Y como primer paso, don Roberto Henríquez entregó ayer dos vehículos a la Dirección de Recursos Minerales del ministerio a su cargo, para que los funcionarios puedan visitar los sitios de explotación y poner un alto a los abusos. ¡Menos mal! Pero... para eso no era necesario una reforma legal, digo yo. Y es que la debilidad institucional –cuando no directa corrupción– denunciada hasta el cansancio por ambientalistas y ciudadanos, ha quedado en evidencia en el caso de Petaquilla Gold. Así de claro.