HISTORIA. El proceso de aprendizaje de los señores del gobierno en relación a las exigencias de la democracia, está siendo ya demasiado largo. Las enseñanzas que debería haber traído a Palacio, lo ocurrido como consecuencia de ese superlativo ejemplo de juega vivo oficial que fue la ley chorizo, no parecen estar del todo asimiladas. Bueno, tengo que reconocer que, afortunadamente, don Gustavo Pérez y sus comandos se han portado bien hasta el momento, y no han repetido la triste historia de Changuinola.
Es un avance. Pero hay algo en lo que no parece haberlo: la mentira. ¿Será que nadie les ha contado aquello de que la mentira tiene las patas cortas? Don Roberto y su segundo don Ricardo, así como todos los miembros del Gabinete a quienes les ha tocado salir a defender la reforma al Código Minero, han dicho una y otra vez que el objetivo es hacer que los mineros paguen más, que mejoren los controles ambientales y acabar con la minería ilegal. Sin embargo, la verdad es otra.
La única razón de la reforma es permitir que las ricas empresas estatales de países como Corea o Singapur puedan extraer minerales en territorio panameño, algo que estaba expresamente prohibido. Bueno, no hay duda de que la verdad se les ha “salido” varias veces a los señores del gobierno. Primero fue el vice Quijano cuando en la Asamblea habló del compromiso con Minera Panamá.
Luego, el propio Presidente contó los detalles de su conversación con el Presidente de Corea. ¿Entonces? Y ahora, sabiendo que los firmantes del “acuerdo” no son representantes legítimos del pueblo Ngäbe Buglé, y que incluso algunos son funcionarios, pretenden que alguien les crea. Igual que el cantalante de Petaquilla Gold que asegura, en comunicado público –escrito con la ampulosa prosa que lo caracteriza– que no causaron daño alguno y que tenían los permisos correspondientes al iniciar los trabajos en Coclesito.
¡Hay que ser cínico! Recuerdo un dato de la historia que olvidé el sábado pasado: cuando los señores buscadores de oro se mantenían ignorando a la Anam, negándose además a hacer un estudio de impacto ambiental, desde el Ministerio de Comercio salió una carta –cuya historia es muy interesante, pero no la contaré ahora– con una clara advertencia: hacían el estudio de impacto ambiental o se declararía rescindido el contrato de concesión minera. Entonces, corrieron a hacer el estudio. Historia patria.