CUENTAS. Pasaron los carnavales –aunque no por los lares del Palacio Justo Arosemena, donde los honorables a cargo decidieron que la juerga debía seguir–, y volvemos a la realidad de los pendientes. Y ningún pendiente como el polémico asunto minero. El pugilato está lejos de haber terminado. Para empezar, la discusión y el conflicto se centraron en la reforma al Código Minero.
Una reforma que, digan lo que digan, ya sabemos que tenía el objetivo de permitir que los abundantes recursos de países como Corea del Sur y Singapur llegaran a Panamá para participar en proyectos de extracción de minerales. Sin embargo, la decisión del Presidente de echar el tiempo atrás no es suficiente.
Los que rechazamos la actividad minera a cielo abierto por el impacto negativo que provoca donde se realiza, hemos pedido desde hace mucho tiempo que la discusión sea más profunda e incluya la cuantificación monetaria de los recursos naturales que se pierden y el daño que se causa.
Por el momento se requiere una moratoria minera. Entonces, solo entonces, podemos sentarnos a analizar si esta actividad le conviene a Panamá o no. Para los señores empresarios que hoy nos gobiernan, debería ser un ejercicio contable de lo más simple.
Hace un tiempo, la organización internacional The Nature Conservancy hizo un análisis de los beneficios que tendría Panamá con la mina de oro de Petaquilla Gold, comparándolo con el costo de los daños ambientales que produciría. El estudio incluyó solo dos variables ambientales afectadas: la capa boscosa que se perdería y los ríos afectados. Dejando de lado otros daños ambientales, los números salían teñidos de rojo para el país.
No para la empresa... no para los accionistas de allá y de aquí. Quien perdía era esa entelequia que se llama Pana má, pero que algunos tenemos muy claro que se trata de la madre Tierra, sus recursos naturales y su gente. Hagamos las cuentas, pues.
La metodología existe y tenemos economistas independientes que pueden hacer el trabajo con rigor. La presión internacional no va a cesar. Solo el pasado miércoles, Panamá subía de puesto en un ranking de potencial minero de un instituto canadiense. Y, por supuesto, también están las presiones internas de aquellos que estudiaron ingeniería de minas y les hace mucha ilusión ser minero; o de quienes han estado desde años especulando con las concesiones obtenidas quién sabe cómo y a qué precio. Para enfrentar todas estas presiones es que debemos estar bien equipados con la única arma que debería importar: la información científica y económica. El resto es codicia e ignorancia.