¿ACADÉMICO? Aquí estamos otra vez hablando de ponerle un nuevo parche a la Constitución... una Constitución que bien podría entrar en el libro Guiness como la única que ha sobrevivido –con muchos parches, eso sí– a una invasión de un ejército extranjero que diera fin a la dictadura militar que la creó. ¡Increíble! Por eso, tengo que coincidir con uno de los pocos doctores en derecho constitucional que existen en Panamá y encargado del nuevo parche –Ítalo Antinori– en que lo ideal es que finalmente tuviésemos los panameños una nueva Carta Magna que modernice y perfeccione el estado de derecho.
En lo que no coincido con don Ítalo es que se trate de un ideal “desde el punto de vista académico”. ¿Cómo así? ¿Ideal para poder tener un documento decente que enseñar en las aulas universitarias? ¿Ideal para aburridos debates en conferencias internacionales entre coleguitas? Imagino que don Ítalo se refiere a que lo ideal es que quienes participen en el asunto tengan conocimientos en la materia constitucional para que no se repitan las chapuzas de, por ejemplo, aquella horrible “ley chorizo” nacida justamente en los aposentos de Palacio, donde parece estarse fraguando la próxima reforma constitucional. No. No creo que se trate de un tema académico.
El objetivo debía ser, más bien, crear instituciones verdaderamente democráticas para que la separación de poderes no sea una ficción en este país. Sería fundamental cambiar completamente de Constitución para dejar atrás esa caricatura de institución llamada Asamblea Nacional, constituida por diputados elegidos en unos circuitos electorales que los convierten en esclavos del clientelismo y súbditos del Ejecutivo. Ese tema, y tantos otros verdaderamente fundamentales para la democracia panameña, no los veo en la agenda de reforma.
Lo que sí está, cómo no, es la reelección. ¡Qué manía de querer aferrarse al poder! Aclaro: en principio y en abstracto no estoy en contra de la reelección presidencial, a pesar de que soy consciente del peligro que implica contar con los recursos del Estado para hacer campaña a costa de todos nosotros. Lo que pasa es que, a estas alturas, es evidente que no importa si los señores mandatarios pueden o no reelegirse, de todos modos utilizan a su antojo los recursos del Estado y la información privilegiada de que disponen.
Lo que me parece detestable, es que esa enfermiza ambición motive otro parche constitucional, sazonado esa vez con temas del folclor criollo como “los 100 a los 70”. ¿Alguien recordará a estas alturas que fue algo que se le ocurrió al canciller y no al Presidente?