PINTADA DE VERDE... Y MÁS



INDIGNACIÓN. “Democracia sin estafa”, gritan estos días previos a unas elecciones parciales los jóvenes –y menos jóvenes– españoles en ciudades y pueblos. Se trata de otra manifestación de esa generalizada indignación que se inició en Túnez y que recibió un especial aliento con el alegato ¡Indignados! de Stéphane Hessel, único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Los miles de españoles hastiados no piden la utopía sino cosas muy concretas como reformar la ley electoral que fomenta el bipartidismo, el establecimiento de listas abiertas o que los políticos imputados por corrupción no puedan presentarse a las elecciones. Si, allá como acá, no importa con cuántos fajos de billetes se aparezca en televisión o cuánta riqueza no justificada tenga el político –o magistrado– en carrera, los partidos siguen justificando lo injustificable, alimentando la impunidad y abonando el desencanto. En España, y bajo la premisa de una revolución ética, se clama contra el ansia y la acumulación de poder y riqueza de unos pocos. Se trata de un discurso que bien puede aplicarse a Panamá, donde el servicio público parece ser únicamente –con las excepciones que haya– el camino rápido a la riqueza.

El repulsivo escenario actual hace que duela más la pérdida de Miguel J. Moreno, quien defendió con dignidad y desprendimiento los intereses de Panamá. Nada parecido a quienes hoy defienden torres financieras, aeropuertos en sitios inadecuados o carreteras que violan la historia. ¡Indignante!

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