HISTORIA. Dicen que los errores del pasado deberían evitar su repetición. Sin embargo, no siempre ocurre así. Y con lo que parece que se avecina en el Casco Viejo, los panameños habremos repetido el error que aún luchamos por enmendar: la construcción de una carretera que partió en dos las ruinas de la primera ciudad construida por los colonizadores españoles en el Pacífico americano. Primero fue una calle que se iniciaba en el Puente del Rey y pasaba frente a las ruinas de la Torre de Catedral para permitir el acceso a un popular cabaret que, me dicen, había en el área. Eran los años 40 del siglo pasado.
Más tarde, bien entrada la década del 50 e inicio de los 60, a los gobernantes de la época les pareció todo un signo de modernidad poder dar un paseo en carro a través de las ruinas. Por ello se construyó la costanera que dividió en dos varias de las estructuras más importantes del conjunto monumental. La idea, me cuenta un historiador, era poder pasear en carro viendo las ruinas de Panamá La Vieja de cada uno de los ventanales del vehículo.... algo así como los carritos que recorren los pueblos y paisajes ficticios de los diferentes parques temáticos que en el mundo hay. Luego, para profundizar en la alteración del sitio original, se construyó una rotonda frente a la emblemática Torre de la Catedral, se pusieron banquitos, estatuas, placas y se hicieron jardines.
Todo eso ocurrió, hay que decirlo, cuando no había información –al menos no en este rincón del trópico– sobre sitios monumentales y la necesidad de su preservación. Mucho dinero ha y sigue costando enmendar tanto disparate. Hoy, por el contrario, hay información de sobra, así como compromisos internacionales del país por preservar lo que es patrimonio de la humanidad: el conjunto monumental que incluye a Panamá La Vieja y el Casco Antiguo. Lo que aún no parece haber es el amor por la historia y sabiduría. El transitismo destructor del pasado sigue imponiéndose.