CRISIS. Mientras las calificadoras internacionales (las mismas que miraban para otro lado cuando se falseaban las cifras en Wall Street) siguen subiendo la nota a Panamá por su comportamiento macroeconómico, los conflictos políticos, judiciales, sociales o ambientales se producen sin pausa en este país de lo absurdo.
Por el momento voy a ignorar la crisis de gobernabilidad existente, debido a lo que parece un insaciable apetito de poder de los señores de Cambio Democrático. Voy a ignorar también que el Conjunto Monumental de Panamá Viejo y el Casco Antiguo podrían perder la categoría de Patrimonio de la Humanidad, debido la ignorante arrogancia de quienes tienen la sartén por el mango y están decididos a golpear sin piedad a todo el que se interponga.
Voy a dejar de lado lo que sucede en los despachos donde, se supone, acudimos los ciudadanos a pedir justicia. Nada diré del silencio de la señora Contralora, que mira para otro lado mientras los recursos de todos se utilizan para pagar pautas publicitarias evidentemente partidistas. En fin, me limitaré a llamar la atención sobre el conflicto existente en el Tabasará por la construcción de la hidroeléctrica Barro Blanco. Una vez más se imponen proyectos, incumpliendo normas que exigen procedimientos de consulta. Allá, lejos de los edificios de vidrio de esta ciudad de plástico se cocina, con los ingredientes justos, otra crisis social.
