IDEA. Parto pidiendo disculpas a quienes puedan sentirse ofendidos. No es mi intención en lo absoluto, pero la situación que vivimos en este país de locos no deja muchas alternativas. Veamos: eso de que Estados Unidos le retire las visas a los funcionarios corruptos puede o no gustarnos, pero la absoluta inoperancia del sistema de administración de justicia o la falta de independencia de las instituciones de control, hace que uno se alegre de que, al menos, se produzca esa especie de justicia alternativa. Bueno, en esa misma línea va mi propuesta a los jerarcas de la Iglesia católica: en vez de hacernos esperar el día del juicio final, por qué no empiezan a hacer justicia en este mundo cruel, excomulgando a tanto político mentiroso, corrupto y descarado.
A los católicos, al menos. Porque, digo yo, con tantas evidencias –que no constituyen “prueba sumaria”– que tenemos los ciudadanos del enriquecimiento no justificado de ministros, diputados, magistrados, directores, asesores, rectores y otras yerbas que forman la flora y fauna del funcionariado local (de hoy y de ayer), al menos nos quedaría la satisfacción de saber que no pueden comulgar con cara de yo no fui cada domingo, ni invocar a Dios en cada frase de sus demagógicos discursos. Evidentemente no hay certeza de que la excomunión tenga impacto alguno. ¿De qué valió que el magistrado Winston Spadafora perdiera su visa hace ya tanto? Sí, lo acepto, mi idea es de dudosa eficacia. Aquí, los caraduras son más.
