“No me explico el creciente fenómeno del autoritarismo e intolerancia que se vive en América Latina”. “El periodismo es una de las pocas cosas que pueden ayudar a la democracia en las actuales circunstancias… un ciudadano informado es lo único que puede poner un alto a esto”.
Las anteriores son palabras de Douglas Farah, un periodista estadounidense con más de 20 años de experiencia que empezó cubriendo las guerras en Centroamérica a finales de los años ochenta del siglo pasado, y cuyas investigaciones lo llevaron por la senda del crimen organizado en América Latina, África y Europa, hasta llegar incluso al fundamentalismo islámico.
Según el destacado periodista que obtuvo en 1995 el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, tanto en los países del llamado socialismo del siglo XXI –Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia– como en aquellos dirigidos por gobiernos de derecha –Colombia (especialmente durante la administración de Álvaro Uribe) o Panamá– se vive una creciente tensión entre los medios y el poder político; sin excluir los peligros que implica ejercer el oficio en países como México, donde el crimen organizado ha hecho trizas la institucionalidad y el estado de derecho. Y en este caso en particular, el precio pagado por los periodistas ha sido muy alto.
Farah estuvo hace unas semanas en Panamá, invitado por el Centro Latinoamericano de Periodismo, para compartir su experiencia con un grupo de periodistas de la región, y analizar los nuevos retos que enfrenta el oficio en un mundo asombrosamente globalizado también en materia de criminalidad.