El conductor terminó de recoger pasajeros y enfiló su rumbo hacia la autopista Arraiján-La Chorrera, para continuar el recorrido que lo llevaría a la ciudad de Panamá.
Dentro del autobús el silencio era tan pesado que se podía romper. Los viajeros no parecían percatarse unos de los otros, hasta que una voz rompió la monotonía para ofrecer un libro, en realidad un planfleto, con diferentes recetas de ensalada.
Agarrado al pasamano y balanceándose acorde con los movimientos del autobús, el vendedor hablaba de las bondades de las ensaladas y pedía a cambio del ejemplar del libro un precio módico, para cubrir los gastos de impresión.
Un recorrido por el largo pasillo le permitió, minutos después, tener varios dólares en su bolsillo.
El relato es solo un ejemplo de las ventas sobre ruedas que a diario se realizan en el interior del transporte colectivo.
Vegetales, pastillas, tarjetas con mensajes bíblicos, sodas, libros de recetas para adelgazar, collares, pulseras y un sinfín de mercancías son promovidas en los autobuses para complacencia o disgusto de los pasajeros.
A diferencia de la pantalla de televisión, donde el usuario puede escoger entre observar o cambiar de canal, dentro de un autobús no hay opción y el viajero está obligado a escuchar las promociones.
Datos de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre revelan que en el área metropolitana se movilizan 900 mil personas en autobuses, mientras que Benjamín Solís Bravo, gerente de Operaciones y Seguridad de la Gran Terminal Nacional del Transporte, dice que en ese lugar llegan al día unas 200 mil.