Boca de Uracillo es un caserío ubicado a orillas del río Indio. Pertenece a Coclé y es otro de los poblados que serán inundados para construir un embalse que garantizará agua dulce para el paso de los barcos del Canal de Panamá y el consumo humano.
Sus habitantes, al igual que Limón y otras comunidades cercanas, tendrán que abandonar sus tierras. La mayoría ha vivido allí por décadas. Dependen de la pesca, la agricultura y la cría de animales. Ahora se enfrentan al desarraigo. No solo están obligados a dejar su forma de vida. Perderán el entorno que ha forjado su identidad: el río que les ha dado agua y sustento, los caminos, sus cultivos. Las montañas, los atardeceres y las flores.
¿Cómo se empaca en una maleta el olor de la tierra mojada, el murmullo del río crecido o el calor de un hogar?
Lidia Figueroa, docente de 45 años, es consciente de que el proyecto es “una urgencia nacional”, pues afirma que se necesita el agua, pero considera que las cosas tienen que hacerse “paso a paso”. Desde hace unos años, ella vive en una población de Colón, pero nació, se crió y tiene a su familia en la zona. “Ellos van a tener una afectación emocional. Eso les puede causar un daño y hoy día sabemos cómo está la salud mental. Esto les puede acarrear un problema emocional”, cuenta.
Esas tierras representan su cultura, su esencia, su identidad. “Amo a estas tierras aunque hoy día no viva en ellas. Mi mamá sí vive aquí, ella nos ha dejado a cargo para que escuchemos y nos documentemos de todo el proceso que se va a dar”, contó.
Una mañana de febrero, Lidia, al igual que otras 60 personas que serán impactadas por la iniciativa canalera, participó en una reunión convocada por los especialistas sociales de la oficina de Proyectos Hídricos de la Autoridad del Canal de Panamá. Fue la segunda reunión con las comunidades para elaborar el plan de reasentamiento. En estos encuentros se verifican los datos de un censo que realizó la ACP el año pasado para determinar los impactos que tendrían las familias con el reservorio.
De acuerdo con datos preliminares, en el área del reservorio hay 538 hogares, 1714 personas: 53% son hombres y 47% son mujeres.
Lidia lo sabe. “Recordemos que esta no es una cosa de que si yo quiero y otro no quiere. Legalmente estas tierras pertenecen al Canal de Panamá. El proyecto le dará agua a otras comunidades. Es un proyecto nacional”.
En efecto, un fallo de la Corte Suprema de Justicia declaró que el río Indio forma parte de la cuenca hidrográfica del Canal de Panamá, y en consecuencia, se convirtió en la opción para construir el reservorio.

El pasado viernes 21 de febrero, mientras en Boca de Uracillo se reunían para informarse de la obra, la ACP declaró como prioridad la construcción del embalse en la cuenca del río Indio. El proyecto se ejecutará en aproximadamente seis años, contempla recursos para la compensación y el reasentamiento de las familias que habitan en la zona, así como el acompañamiento para el restablecimiento de sus medios de vida.
Para Lidia, lo que hoy pertenece a la cuenca es todo lo que lleva adentro. “Siento que en estas comunidades uno crece. Aquí está mi escuelita. Yo caminaba 40 minutos desde mi casa hasta la escuelita y hoy día soy una profesional en ejercicio, con mucho crecimiento. Crecer aquí ha sido maravilloso. Sé lo que es vivir en un lugar remoto y salir adelante”, narra.
Sus recuerdos están anclados a las aguas. “Para llegar aquí a la escuelita, tenía que cruzar cuatro pasos de quebrada más el río. Cuando el río crecía, mi papá tenía que venirnos a buscar y cruzarnos en cayuquitos o cargarnos en los hombros. Era niña. El río era violento. Los ríos de antes eran violentos, violentos porque anteriormente no había una devastación”, añade.
De acuerdo con datos de la ACP, el río Indio abarca una extensión total de 580 kilómetros cuadrados y alberga más de 200 comunidades con una población de más de 12,435 personas distribuidas en tres segmentos. Pero el reservorio afectaría a unas 2,000 personas. Se origina en la provincia de Coclé, específicamente entre las comunidades de Alto de la Mesa y Río Indio Nacimiento. Pasa por las provincias de Panamá Oeste y Colón, desemboca en el mar Caribe, en el poblado que lleva su nombre.
El antropólogo, investigador y escritor Stanley Heckadon Moreno describió de esta manera al Río Indio de 1952: “Al anochecer, las casas se alumbraban con lámparas de kerosene y velas. No había acueducto, clínica, farmacia, telégrafo, teléfono, electricidad, ni carretera. Cada dos semanas llegaba de Colón, a pie, el cartero. El caserío tenía una tiendita que doblaba de cantina. Tienda que vendía harina, jabón, fósforos, machetes, hachas, anzuelos y cuerdas de pescar. El único símbolo de la presencia estatal era la escuelita. Río Indio tenía una capillita, su gente eran devotos del Cristo Negro de Portobelo”.
Magdalena Martínez, de 49 años, toda su vida ha vivido en Boca de Uracillo. Allí crió a sus 15 hijos, dos de ellos murieron. No quiere ser carga para el gobierno. “He educado a mis hijos con lo que nos da la tierra. Sembrando maíz, arroz. Si nos llevan para otro lugar, ¿cómo vamos a hacer para sostener a la familia? Somos campesinos…”, dijo.
Para ella esas tierras y el río son su vida. “Nosotros no podemos vivir sin agua. ¿Y si nos llevan a una tierra que no es tan fértil como la de nosotros?”, se pregunta.
Ana María Antonío, especialista social de la oficina de Proyectos Hídricos de la Autoridad del Canal de Panamá, explica que las conversaciones y el diálogo con las comunidades es un proceso que dura más o menos año y medio. En la reunión del pasado viernes participaron habitantes de Boca de Uracillo, Palma Real, El Harino, Quebrada El Macho, entre otros. “Durante el proceso veremos con la comunidad cuáles serían las afectaciones y de qué forma serían recompensados. Es muy importante el acompañamiento que el Canal le daría a sus familias para que les restituyan todos sus derechos”, contó.
¿A dónde los reubicarán? Por el momento esa pregunta no tiene respuesta. Ana María afirma que aunque esta es una pregunta constante de las comunidades, aún no están en esa etapa. “Necesitamos escuchar qué dicen ellos. Cuáles son esos lugares en donde se les podría reasentar para que el Canal dé el paso de la adquisición de los terrenos. Se buscan áreas con similares características a donde viven actualmente. Esta es una preocupación latente. Ellos quieren garantizar tierras donde sembrar, garantizar sus cultivos, por eso esa compensación tiene que ser en tierras similares (...)”, explicó.
El río Indio, testigo de generaciones, sigue fluyendo mientras sus hijos buscan respuestas. Las aguas que alguna vez fueron su sustento pronto serán parte de un proyecto que promete beneficio para muchos, pero que deja en el aire el futuro de quienes han vivido a su sombra. Para las familias de Boca de Uracillo, el río no es solo agua: es historia, es raíz, es vida.