Al Grano: la estrategia de China en Panamá



Al Grano: la estrategia de China en Panamá

Panamá estableció relaciones con China en 2017, un día después de romper relaciones con Taiwán, y desde entonces la injerencia de ese país aquí ha ido vertiginosamente en ascenso. El tema es que ellos tienen clara su estrategia. ¿Y nosotros? ¿Tenemos estrategia? Deberíamos, porque ya hemos sido objeto de intervencionismo. Pero no. Aquí no aprendemos ni siquiera por cabeza propia. Más allá de lo comercial, China ha sabido explotar nuestras debilidades, nuestra posición, nuestro Canal y nuestra marina mercante en sectores vitales para su interés de quebrantar el orden mundial en el que Panamá se forjó y consolidó.

Primero, a los meses de establecerse las relaciones trataron de poner su embajada en la entrada del Canal, símbolo de la recuperación de la soberanía nacional y del que son el segundo principal usuario del mundo. Eso no pasó por el grito al cielo que pegaron más de cuatro gatos. Porque si no, ahí estuviera.

Esto es clave porque China todavía se rehúsa a adherirse al protocolo de neutralidad del Canal. Es, de hecho, el único Estado miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no es parte de ese convenio.

Es que parte del plan ha sido involucrarse en las principales obras de la zona del Canal. Les cedimos el control de los dos principales puertos aledaños: Balboa en el Pacífico y Cristóbal en el Caribe, que EU de hecho advirtió que tienen potencial militar, no solo comercial. Y además se llevaron la construcción del principal centro de convenciones del país, el puerto de cruceros de Amador y el cuarto puente, los tres con serios escándalos. En el último, por ejemplo, se atrasó la licitación, no se fueron por el mejor precio y las empresas tenían acusaciones de fraude, colusión, corrupción y abandono de obras.

Sumémosle la renovación del contrato por 25 añosa Panama Ports, tras una negociación opaca y con más beneficios para ellos que para nosotros. Amén de que lograron evitar la libre competencia oponiéndose al puerto de Corozal.

El mismo modelo de negociación se usó en el proyecto Panama Colon Container en Isla Margarita, que inicialmente se le dio a una empresa vinculada al Partido Comunista Chino con líos en otros países. Pero eso no levantó alarma aquí. Ni eso ni la Constitución, que dice que ningún gobierno extranjero puede adquirir dominio de ninguna parte del territorio. Y me dirán que son empresas privadas. Sí, pero en China, donde nada es realmente privado. Lo mismo pasó en la minera. Marcel Salamín, que negociaba por el Estado, renunció denunciando, entre otras, esa participación de estados foráneos.

Tampoco podemos olvidar el supuesto soborno a Varela por casarse con China, que no se probó pero se dijo mucho. Igual que los 47 acuerdos secretos que firmamos como marco de la nueva relación, que no pasaron por la Asamblea como ordena la ley y que se hicieron públicos solo por la presión ciudadana.

Es que China puede querer misa. El problema es que se lo damos. En materia de seguridad, por ejemplo, “donaron” el centro de operaciones Colón C2, equipándolo con el “modelo ciudad segura de Shenzen”, cuestionado mundialmente por ser sede de compañías vinculadas a la vigilancia de minorías étnicas perseguidas por el gobierno, y que opera una compañía china vinculada a programas de vigilancia y espionaje en contra de esas minorías.

Además, la Universidad de Panamá acordó con otra empresa china la “donación” de un laboratorio de ciberseguridad en San Miguelito. Colón y San Miguelito son las áreas con más pandillas y homicidios en el país. Las casualidades no existen y las donaciones desinteresadas en gobiernos, menos. Ah, también tienen aquí el Instituto Confucio y el Centro de Estudios Estratégicos, donde ofrecen cursos, becas y visitas pagadas a China. Altruismo, le llamarían los ilusos.

China también aprovecha la opacidad que impera en nuestra marina mercante, la más grande del mundo. Varios reportes hablan de buques de bandera panameña controlados por China en pesca ilegal.

La suma preocupa. Y más cuando nos acaban de mandar a una embajadora que fue encargada de negocios y jefa de misión en EU. No es cualquiera. Y llega después de que el embajador anterior se quedó aquí seis años. Reflejo de continuidad, de una estrategia sostenida en el tiempo. Estados Unidos, en contraste, demoró más de cuatro años en designar embajadora.

El punto es que tenemos serias deficiencias en democracia, derechos humanos, transparencia y políticas públicas, y China, que tiene una estrategia tan bien delineada, aprovecha y explota esas carencias. El pecado no es que ellos tengan una estrategia, sino que nosotros no tengamos una. Estamos en una posición de absoluta debilidad. ¿Cuáles son nuestros intereses? ¿O somos observadores silentes de una estrategia geopolítica a través de nuestro país? Estamos en plena campaña. Exijámosles a los candidatos que digan qué van a hacer con esto. Porque relajo no es.


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