Guido Bilbaogbilbao@prensa.comEs Viernes Santo y aunque la ciudad de Panamá parece desierta, en la sede de la Comunidad Apostólica Hosanna hay una multitud. Llegan en auto, en bus, caminando: llegan movidos por la fe y, aunque podrían hacer cualquier otra cosa en este feriado, eligen subir La Cresta para participar del servicio religioso de su pastor Edwin Álvarez.
Las flamantes instalaciones sorprenden: podría decirse que la iglesia Hosanna está mejor preparada que el Figali Convention Center y que Atlapa. La música se escucha mucho mejor. Y los fieles están sentados en dos pisos que se abren desde la tarima –o el altar–, en el que hay ahora un montaje alegórico al Monte del Calvario con tres cruces levantándose a espaldas de los predicadores.
En la entrada venden comida a dólar. Venden también discos con las canciones más populares, como el solicitado En adoración Vol. 1. Venden libros con títulos raros: Ni macho ni ratón, verdadero varón, de Víctor Richards. También la esposa de Richards escribe lo suyo: Mujer de excelencia.
En el lobby de entrada hasta hay una máquina para lustrar zapatos.
Dentro del salón, la gente está de pie mientras una banda toca canciones pop con letras evangélicas. La joven que canta tiene algo del estilo que hizo famosa a Shakira. Los fieles escuchan y acompañan en los coros y cierran los ojos y levantan los brazos, y hay una señora de pelo blanco que llora encorvada sentada al lado de una familia kuna. Pareciera, al verlos, que es verdad que Dios existe, y no solo eso, sino que está por aquí, en algún lado.
Dios Santo
La oficina del hombre que creó este movimiento desde la nada, para convertirlo en un fenómeno panameño y de exportación, tranquilamente podría ser el refugio de cualquier empresario.
Antes de comenzar la entrevista, Álvarez levanta el teléfono y le comunica a su secretaria que va a demorar su servicio. Pide un reemplazante "que le meta fuego".
Álvarez habla de sus comienzos. "Si usted hubiera visto el lugar donde empezamos. Era un terrenito en la Avenida Central, no tenía nada. Poníamos unas maderas, nos subíamos y comenzábamos a predicar. Cantábamos canciones conocidas, éramos cuatro muchachos y un misionero de Arizona", recuerda Álvarez. La primer colecta que hicieron fue para poder techar el predio porque cada vez que llovía, a pesar de la fe, los fieles salían en estampida.
"Fueron años de mucho trabajo, de mucho compromiso", agrega Álvarez.
¿Pero, quién era este hombre antes de entregarse a la palabra de Dios?, ¿de dónde salió Edwin Álvarez?
Deja saber que estudiaba derecho en la Universidad de Panamá cuando su vida cambió para siempre. Dice que era un joven de izquierda, socialista, y que veía con buenos ojos las luchas de los oprimidos: "No le voy a mentir, en esos días, yo pensaba que la religión era el opio de los pueblos".
Y entonces pasó que al atolondrado corazón de Álvarez se le dio por la pereza y amenazó con dejar de latir.
Estuvo al borde de la muerte. Pero se recuperó. Una señora amiga le pidió que lo acompañara a un culto en una iglesia de San Miguelito. Que fuera, que le iba a hacer bien, le dijo. A ella le estaba pasando algo parecido. Le habían diagnosticado un cáncer mortal que la iba a matar en pocos meses. De eso habían pasado cuatro años. Para ella, era su fe la que la mantenía en el bando de los vivos.
Álvarez fue. Y nunca más volvió a ser el mismo.
"Ocurrió una serie de acontecimientos que de ninguna manera podemos tomar como casuales. Ese día decidí abandonar el ateísmo y recibir a Jesús. Y eso que había ido con mente crítica", reflexiona. "Pero cuando el predicador habló, tocó tan hondo mi condición que entendí que era Dios el que me hablaba".
Al salir de la iglesia, se sentía otro hombre. O el mismo, pero mejor. Su vida comenzó a girar alrededor de su fe. Álvarez empezó a estudiar la Biblia.
De inmediato se puso a realizar tareas sociales. Iba todas las semanas a los hospitales, se preocupaba por compartir el dolor de los enfermos. "Sin la fe, sin la Biblia, a la gente le es muy difícil prosperar, y tomé el compromiso de trabajar para que los pobres se volcaran hacia la fe y la familia".
Luego vino el descampado de la Central, el trabajo de hormiga, la ayuda a los enfermos, la transformación total.
Y entonces Álvarez decidió comprar una emisora de radio. Para seguir hablando, pero ahora para más gente, sin importar si llovía o no llovía.
Poco a poco sus servicios comenzaron a ser una cita obligada de mucha gente. Cada vez más.
El imperio
Hoy Hosanna es un proyecto 100% panameño que se expande por el mundo. Tiene un canal de televisión, una cadena nacional de radio, tiene una universidad y un hospital. Tiene siete iglesias y un complejo en La Cresta que está valuado en 6 millones de dólares –ver nota relacionada–.
Y también trabajan para exportar la fe. Sí, desde La Cresta al mundo. "Estamos enviando misioneros a otros países, a fundar iglesias. Los que viajan son evaluados según diferentes parámetros: el llamamiento, el resultado de su trabajo en Panamá, su grado de compromiso. Son evaluados por un comité", aclara Álvarez.
En relación a la financiación de Hosanna, Álvarez dice que nadie está obligado a dar nada. Pero que la gente lo hace por amor al Señor. "Nosotros enseñamos lo que dice la Biblia sobre la mayordomía. Somos administradores de lo que Dios nos da. Hay que contemplar las necesidades de la familia, de la persona y de Dios. Si la gente recibe la fe, elige la obediencia y le da algo a la obra de Dios, es absolutamente voluntario".
Fósiles
También en los últimos meses, Hosanna estuvo en los medios por el hallazgo que hizo la Policía Técnica Judicial en las instalaciones de La Cresta, alertados por una llamada anónima: 12 bolsas amarillas llenas de huesos humanos, que, se estima, serían del siglo XVII.
Álvarez dice que actuó de buena fe. "Nuestra oficina que se encarga de los funerales recibió una petición de obreros de una prestigiosa empresa constructora y del jefe de seguridad de la construcción para que les diéramos cristiana sepultura a unos restos encontrados en una remodelación de una residencia en San Felipe".
La casa, ubicada en la Avenida Eloy Alfaro en la entrada del Casco Viejo, es propiedad de la familia Meredith, administradores de la equiparada Panama Ports Company.
La señora Liliana Arrue de Meredith, dueña de las propiedades, era asidua concurrente a los servicios de la Comunidad Hosanna, hasta que estalló el escándalo de los huesitos. Ahora asiste a las reuniones que organiza el grupo Calle Belén, una ramificación independiente de la Casa de Oración Cristiana.
"Cuando los trajeron, preguntamos si habían consultado a las autoridades respectivas, y nos dijeron que habían informado del hallazgo al Instituto Nacional de Cultura", explica. Entonces la entrevista termina.
Álvarez se pone de pie y bendice a La Prensa. Luego se viste y sale al ruedo, hacia el escenario, al encuentro con Dios y con su gente que colma de bote a bote el templo. Afuera, los fieles siguen llegando.
PERFIL
.El PASTOR: Edwin Álvarez nació en Tolé, una de las zonas más pobres de Panamá. Con los años se convirtió en un estudiante de derecho. No creía en Dios. Se mostraba interesado por las ideas socialistas. Hasta que un día una falla cardíaca lo puso al borde de la muerte. Fue entonces que sintió la iluminación que lo convertiría en uno de los pastores más carismáticos de Panamá y fundador de Comunidad Apostólica Hosanna.
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