En medio de la discusión en la Asamblea Nacional de un proyecto de ley que establece amnistía a políticos que han estado involucrados en actos de corrupción, las palabras del monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo metropolitano de Panamá, durante la misa del Domingo de Ramos, no fueron ajenas a los problemas que vive el país, incluyendo ese proyecto de ley.
“Como panameños, atravesamos días de desconcierto, donde la democracia se resiente. El principal enemigo de Panamá no viene del exterior. No es una potencia extranjera. El verdadero enemigo somos cada uno de nosotros, en la sociedad, en la familia, en los negocios, en la religión. Porque el verdadero enemigo se esconde dentro: es la corrupción y la impunidad”.
En la homilía que da inicio a la Semana Santa, Ulloa Mendieta sostuvo que la corrupción roba recursos que deberían ir a hospitales, escuelas y viviendas, y criticó que la política se convierta en un negocio para robar y que luego no se haga justicia.
“La impunidad que permite que quienes traicionan al país salgan caminando como si nada. Que hace sentir a la gente que ‘no vale la pena luchar’, porque ‘al final, todos hacen lo mismo’. Pero el pueblo panameño no es corrupto por naturaleza. Es valiente, trabajador, solidario. Y por eso duele tanto ver cómo algunos se enriquecen mientras muchos apenas sobreviven”, dijo el arzobispo metropolitano de Panamá.
Sostuvo que el país merece justicia, así como instituciones que sirvan, “no que se vendan. Un país donde nadie esté por encima de la ley”.
“La lucha contra la corrupción no es solo política. Es también moral, espiritual, ciudadana. Empieza en lo pequeño, en lo cotidiano, pero exige también un grito firme, una vigilancia activa y una conciencia despierta”, exhortó durante la liturgia del Domingo de Ramos.
Exhortó a que se haga justicia y se respete la voluntad popular.
“No queremos seguir siendo espectadores pasivos de quienes manipulan el destino de la nación desde la comodidad o el privilegio. Queremos, como aquel pueblo que salió a recibir a Jesús, ser protagonistas de un nuevo tiempo, donde la esperanza no sea sofocada por la corrupción ni la desigualdad, sino fecundada por la participación, el bien común y la verdad. Pidamos al Señor que nos conceda un corazón fiel, que no se deje llevar por la emoción del momento, sino que permanezca con Él también en el dolor y la prueba”.
Monseñor oró para que esta Semana Santa no sea solo una tradición, sino una experiencia profunda de encuentro con el amor de Dios en cada ciudadano.