El presidente de la República, Juan Carlos Varela, pidió disculpas por haber llegado tarde. El acto estaba programado para las 10:00 a.m., y empezó pasado el mediodía.
Contó que había estado atendiendo el desarrollo del operativo para devolver la energía eléctrica a toda a la capital, luego de que explotaran los transformadores en la central de Etesa en Condado del Rey, sumiendo a la ciudad en la oscuridad absoluta. El evento se desarrollaba en la hacienda El Oasis, en Boquete, provincia de Chiriquí.
Un lugar rodeado de montañas, árboles frondosos, una niebla densa y flores de todos los colores, a solo 11 kilómetros del volcán Barú, donde el presidente de Panamá terminaría su día el día sábado.
Primero habló Mirei Endara, la mujer que hasta el 31 de marzo próximo es la ministra de Ambiente del país. Anunció la firma de dos decretos.
El primero permitirá otorgar concesiones en áreas protegidas para desarrollar proyectos de restaurantes, cafeterías, hospedajes, senderos, canopy, entre otros, de una manera “sostenible” y “verde”. El segundo, le da la posibilidad a organizaciones comunitarias a ofrecer servicios turísticos en estas reservas naturales. Y de pronto se le empezó a romper la voz. Lloraba, y le daba las gracias a su equipo de trabajo por todo su apoyo. Nadie entendía lo que ocurría.
Invitados y periodistas miraban buscando respuestas en la mesa principal donde estaban sentados el ministro de Obras Públicas, Ramón Arosemena; el presidente Varela; el viceministro de Ambiente, Emilio Sempris; y el titular de Comercio e Industrias, Augusto Arosemena, quien entre sus piernas sostenía a sus dos hijos pequeños.
Mirei Endara luego se despidió de sus compañeros ministros, le dio gracias al presidente Varela, a su familia, y habló un poco de su gestión. Su esposo, el empresario Miguel Heras, desde una esquina de la primera fila de invitados, en la que también estaba el contralor general de la República, Federico Humbert, grabó desde un celular los 19 minutos que duró el discurso de su mujer.
En la parte lateral lo observaba el ministro de Vivienda y Ordenamiento Territorial, Mario Etchelecu, y el director general del Sistema Nacional de Protección Civil, José Donderis. También estaban políticos y comerciantes de la zona.
Más adelante, el presidente Varela contó que ella trabajaba hasta el 31 de marzo, pero que seguiría apoyándolos desde el Consejo Nacional del Agua, de manera ad honorem.
Mientras le daba las gracias por su trabajo, Varela le contó a todos que las mujeres de su Gabinete tienen “mucho poder”. “Se comunican rápido, están sentadas del mismo lado, y entonces cuando empiezan a hablar ya uno ve que viene una línea fuerte (...)”.
“Mirei, sales como todos los funcionarios tienen que salir, con la frente en alto y con la satisfacción de haber servido a tu país y haberlo dado todo, y lo segundo, y que es lo más importante para mí, es que sales de la posición de ministra pero no sales del gobierno porque nos sigues apoyando en diferentes áreas (...)”, añadió el mandatario.
El acto se terminó y empezaron las fotografías, entrevistas, despedidas. El presidente Varela se paseó por el área donde un grupo de hombres asaba a fuego lento enormes piezas de puerco, corderos y pollos. Comió del cerdo y se lo recomendó a los que tenía cerca. Había ambiente de fiesta. Bueno, en Chiriquí, desde que se inauguró la Feria Internacional de David, el pasado jueves 16 de marzo, todos están acá.
Ministros, viceministros, directores de entidades autónomas, con sus secretarias, asistentes, y conductores. Pero también uno se encuentra en la calle con magistrados de la Corte Suprema de Justicia, con un exministro de Economía y Finanzas que estuvo detenido por supuesta corrupción, con diputados del Partido Revolucionario Democrático, y del Partido Panameñista. También están aquí los políticos de Cambio Democrático que quieren ser presidente.
Pero este sábado 18 de marzo la atención se concentraba en los hombres que por el momento manejan el poder en Panamá, y que en esta ocasión estaban en esa finca a 2 mil 600 metros por encima del nivel mar, intentando alcanzar la cima. No la cima de sus planes de trabajo, ni la cima del crecimiento económico de Panamá, ni la meta para combatir la desigualdad.
Esta vez su cima llegaba hasta el punto más alto del volcán Barú. “La verdad desaparece bajo lo sublime”, como se lee en Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.
EL ASCENSO
Y de repente aparecieron las listas. Endara y Augusto Arosemena revisaban junto con su equipo de prensa quiénes los iban a acompañar en la empresa de subir el Barú en automóvil. Tachaban, añadían. Este sí, este no.
Arosemena repetía que él iría con su esposa y sus dos hijos: un niño y una niña que no pasaban de cinco años. Subir a las camionetas todo terreno fue un caos.
Una especie de ‘quitate tú para ponerme yo’, en la que haber asegurado un puesto con días de antelación carecía de cualquier valor. Hasta al propio jefe del Consejo de Seguridad, Rolando López, casi lo bajan para dar espacio a otras dos personas.
El único con su puesto asegurado era José Donderis, quien subió en moto. El resto tuvo que fajarse por un puesto para acompañar al presidente Varela en su aventura en las alturas. La caravana comenzó el ascenso a las 2:00 p.m. Eran al menos unos 15 vehículos, incluyendo una especie de pequeños automóviles de rescate de dos puestos del Sinaproc. Estos últimos, de poca capacidad para el plan, pues varios se dañaron a mitad de camino. Incluso uno de ellos se volteó.
Fueron abandonados a mitad de la ruta pedregosa, como una especie de recuerdo de cómo no se debe subir el volcán. Después de varios coxis lastimados, el grupo llegó dos horas después de comenzar a subir al pequeño valle donde están las antenas.
Varela y comitiva caminaron, saludaron a los del Sinaproc que allí los esperaban, conversaron, y se tomaron una selfie. Porque el esfuerzo que toma subir el Barú en automóvil debe culminar con una foto de rigor.
Algunos del grupo, los más arriesgados quizás, continuaron el tramo que faltaba hacia la famosa cruz en la cima del volcán, que estaba a unos cuantos metros pero con subidas casi de 90 grados.
El Presidente no lo hizo, quizás porque vestía mocasines y no zapatos apropiados, o por el frío ventoso, o porque prefería conversar. Hora y media después de llegar, Varela anunció que bajaría.
Mientras caminaba hacia el vehículo, llegó su hijo mayor, Gian. Venía en un automóvil acompañado de un grupo de amigos y dispuesto a subir hasta la cruz. El personal del Sinaproc entendió lo que esto suponía y varios de ellos permanecieron en el valle para no dejar solos al hijo del Presidente y a sus amigos. Y la comitiva entonces emprendió su regreso igual que como subió. Con algunas excepciones.
El vehículo en el que subió Gian Varela presentó dificultades mecánicas, por lo que decidieron reemplazarlo con uno de los vehículos de la comitiva original. Los pasajeros que iban allí entonces tuvieron dos opciones: esperar a que subiera otro o bajar caminando.
Casi todos eligieron la segunda opción. Casi todo el grupo llegó a Boquete alrededor de las 7:30 p.m. Menos Gian Varela, que llegó un poco más tarde después de su aventura a la cruz.
Después de bajar, el hijo del presidente tuvo que ir hacia David, donde tendría una presentación en el Pub Herrerano, casi a las 3:00 a.m. El sábado fue de agenda apretada para padre e hijo. Pero al final, Chiriquí se disfrutó en familia.