Y entonces, luego de 80 años de historia, cuando parecía que el fútbol panameño lograba ganarse un pequeño lugar en el mapa del fútbol mundial, otra vez las disputas internas entre sus dirigentes reabrieron las puertas del caos, que, en la Federación Panameña de Fútbol (Fepafut), parece nunca cerrarse del todo.
La Corte Suprema de Justicia, en un fallo que sacudió el escenario, dictaminó el pasado 30 de diciembre que el Instituto Nacional de Deportes (Inde) jamás debió haber reconocido el resultado de las elecciones de 2003, que pusieron a Ariel Alvarado al frente de la Fepafut, porque no todos los que lo votaron estaban habilitados para hacerlo.
Las consecuencias de ese fallo –que obligaron al Inde a quitarle su reconocimiento a Alvarado– son imposibles de medir en este momento.
Por lo pronto, la llegada del técnico argentino Mario Alberto Kempes parece haberse eclipsado; Alvarado ya no puede firmar contratos a nombre de la Federación y todavía no se sabe si los acuerdos vigentes –como el que le da a Medcom los derechos de transmisión de los partidos de la selección– seguirán vigentes o se caen, o si deberán revisarse.
El estallido
Este conflicto, en esencia, es el resultado de un tira y afloja por el manejo de la Federación que ya lleva 15 años.
Para unos, este momento refleja el enfrentamiento abierto e irresuelto entre dos modelos: el de las ligas provinciales y el del fútbol profesional que representa Anaprof. Para otros, esa división ya fue superada y los problemas nacerían de la insistencia de un grupo de dirigentes del "viejo orden" que no se resigna a salir de la escena y dejar al fútbol "crecer tranquilo".
Todo comenzó en 1998, cuando Marco Ameglio –ahora volcado a la reconstrucción del Partido Panameñista– triunfó en las elecciones de la Federación. Ameglio, justamente, venció a los dos hombres que hoy pelean: a Fernando Samaniego –vicepresidente del Comité Olímpico Panameño desde hace 15 años– y a Ariel Alvarado.
Sin embargo, Ameglio nunca pudo asumir. Alvarado impugnó su triunfo, lo que derivó en una intervención de la FIFA. El organismo internacional creó una comisión normalizadora que encabezó el dirigente guatemalteco Rafael Salguero, que con los años fue acusado de exportar camisetas falsificadas de su selección a Estados Unidos.
Esa comisión, que manejó el fútbol panameño por cuatro años, hasta 2003, propulsó cambios en los estatutos para dar cabida en las decisiones de la Federación a los empresarios que manejan la Anaprof.
Hasta ese momento, cada liga provincial tenía un voto, lo mismo que Anaprof. Pero a partir del cambio, cada club de Anaprof logró un voto, es decir, una especie de mayoría automática que cambió de manos el poder real de la asamblea general de la Federación.
Fue así como el fútbol profesional puso pie en la Fepafut. En nombre del progreso, Anaprof logró –de un plumazo– el mismo poder que históricamente monopolizaban las ligas del interior. El modelo de los estatutos, fue cedido por la FIFA. Aprobados estos cambios, en 2003 se realizaron elecciones.
Luego de varios intentos fallidos, Ariel Alvarado –candidato único– logró hacerse con la presidencia de la Federación, cargo que todavía, aunque algo en off side, sigue manteniendo, pese al fallo en su contra.
Vale aclarar que Alvarado formaba parte de la comisión normalizadora que realizó los cambios que le permitieron acceder al poder. De ella también participaron –en distintos momentos– Juan Carlos Barreiro, gerente de Telemetro y vicepresidente de la Federación, el periodista David Samudio y Ramón Cardoze, actual director del Inde, quien, para muchos, debería mostrarse impedido de tomar decisiones sobre este conflicto.
A destino, a destiempo
Lo cierto es que luego de las elecciones de 2003, comenzó el gerenciamiento "Alvarado- Medcom", que generó un boom fulminante alrededor de la llamada "marea roja", marca registrada por la televisora.
Los empresarios hicieron grandes negocios y los jugadores lograron los mejores resultados deportivos de la historia. Las ligas provinciales, a su vez, vieron suceder este fenómeno por televisión.
¿Cómo logró Alvarado tanto en tan poco tiempo? Los que conocen los secretos del fútbol dicen que no hay otro panameño con sus contactos en la organización del fútbol mundial. Y entonces recuerdan el último partido de la selección contra Trinidad y Tobago, las sonrisas compartidas con Jack Warner –el mandamás de la Concacaf (Confederación Norte y Centroamericana y del Caribe de Fútbol)– ahora investigado por supuestas irregularidades en las ventas de entradas para el próximo mundial.
Warner, trinitario, tenía mucho en juego esa noche porque su selección se jugaba, en el Rommel, gran parte de su oportunidad de llegar al repechaje que finalmente lo catapultó a Alemania. Esa noche, la selección de Panamá se despedía de una afición que durante el hexagonal la apoyó como nunca antes. Y puso en la cancha un equipo formado por suplentes y juveniles, perdiendo 1 a 0.
También Joseph Blatter, máxima autoridad de la FIFA, visitó Panamá y se reunió con Alvarado. Hoy mismo, a pesar del fallo de la Corte Suprema de Justicia, el poder del fútbol mundial sigue reconociendo el mandato de Alvarado.
Lo que viene, a ciencia cierta, nadie lo sabe. Seguramente, se profundizará la batalla legal antes de que a fin de año se realicen elecciones. Falta definir si se cambiarán los estatutos o si la Anaprof mantendrá los espacios que supo conseguir. "Nosotros no vamos a poner plata si no podemos participar de las decisiones", explica Pedro Chaluja, presidente del Árabe Unido.
Lo que sí podría asegurarse es que, de una vez por todas, parece haber llegado la hora de que los dirigentes del fútbol local asuman la responsabilidad de sentar bases sólidas para generar un proyecto que sea viable a largo plazo. Valdría la pena tomar conciencia de lo que significa llevar las riendas de una actividad que tanto importa a todos los panameños.