Fue precisamente aquel mal día en que a su madre le diagnosticaron cáncer, hace ya más de 20 años, cuando Samantha Smith decidió que esta terrible enfermedad no podía arrebatarle al ser que le dio la vida.
“Fue un golpe duro”, dice, incapaz de contener las lágrimas que se derraman por sus mejillas.
Asimilado el primer efecto de la mala noticia, cuenta que junto con su madre fue desde su natal Puerto Armuelles hasta la población de Alanje, a rezarle al Cristo de Alanje y a pedirle que las ayudara a salir con bien de este inconveniente.