La capilla de La Palangana

La capilla de La Palangana


No hay certeza arqueológica de su génesis. Solo que fue una capilla construida en la época colonial, y que se encuentra en el Parque Nacional Camino de Cruces.

Pero historias sobre la capilla de La Palangana no faltan. Por ejemplo, en el año 1948 el explorador estadounidense Robert Ronnie, quien confeccionó un croquis de la ruta del Camino de Cruces, elaboró un escrito sobre la antigua estructura.

La describió como “una vieja iglesia en ruinas con edificaciones cubiertas por la selva”.

Ronnie quien encontró en el lugar monedas de plata de 1849, botellas y restos de cerámica, llegó a contar que la estructura cuando fue abandonada se convirtió en el escondite de los malhechores que asaltaban a los peregrinos que iban de Panamá a Chagres, Portobelo o Nombre de Dios.

También cuentan que en 1956 un soldado estadounidense, armado con un detector de metales, halló un crucifijo de plata enterrado en lo que fue el piso de la iglesia. El nombre del militar aún es desconocido.

Pero la historia más reciente de la capilla de La Palangana fue desvelada en 1980 por el arqueólogo panameño Luis Almanza, aunque su trabajo de investigación fue publicado en la revista Hombre y Cultura, de diciembre de 1991, bajo la responsabilidad editorial del Centro de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Panamá (UP).

“La capilla son los restos de una edificación que daba servicio a un hacienda ubicada en el margen del Camino de Cruces.

Su dimensión es rectangular de 4.40 metros por 6.10 metros, con unas paredes de 45 centímetros de ancho. La muralla que rodea la capilla es de origen ígneo y mide 75 centímetros de altura”: reza la descripción que hace Almanza sobre la estructura.

De acuerdo con el estudio de un mapa fechado en 1857, según Almanza, el lugar pertenecía a la hacienda Los Hurtados, aunque admite que la escasa información que sobre estas ruinas reposa en los Archivos Nacionales le impidió conocer los fundadores de esta capilla.

Al momento de su investigación de campo, en el interior de la estructura se encontraban esculpidos siete nichos. Los tres principales forman una especie de altar en la pared anterior y los restantes se localizan al lado de las ventanas. El piso de la capilla, relata Almanza, al igual que el patio, se componía de fragmentos de rocas de origen ígneo. El techo era de tejas como lo demuestran excavaciones y construcciones análogas.

Otro preocupado por la capilla de La Palangana es el explorador y conservacionista Luis Puleio. Este hombre conoció por primera vez la vieja estructura en 1961 y, desde que la vio, la visita varias veces al año.

Cuenta que para esa época la capilla estaba casi intacta, pero ahora se queja porque la estructura esta mucho más “ruinosa”, con dos paredes próximas a desplomarse.

“No ha sido posible que autoridad alguna tome interés por su mantenimiento y protección”, se lamenta el conservacionista.

Puleio conoce la mayoría de las leyendas sobre esa capilla, y cree que si no se hace algo por la estructura, también se perderá parte de la historia nacional.

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