Sus decisiones lo han puesto en la línea de fuego. La excarcelación de Ignacio Fábrega, exdirector de Supervisión de la Superintendencia del Mercado de Valores, en marzo pasado dentro del caso de Financial Pacific y hasta hace dos días prófugo de la justicia, es apenas uno de los veredictos polémicos del juez primero de lo penal, Rolando Quesada Vallespi.
Por esa decisión, la cual fue revertida por el Segundo Tribunal, la Corte Suprema de Justicia ordenó una auditoría judicial al despacho de Quesada Vallespi.
Fue este mismo juez, quien el 3 de junio de 2013 ordenó el archivo definitivo de la investigación por el supuesto pago de sobornos para la construcción de cárceles modulares en Panamá, en la que se vinculó al italiano Valter Lavítola y a Francisco Frankie Martinelli, primo del expresidente Ricardo Martinelli.
En sus fallos, políticos, empresarios y funcionarios casi siempre salen bien librados. En 2009 sorprendió con una escandalosa decisión: alegando falta de pruebas, cerró un caso que se seguía al Grupo F. Internacional, del empresario Jean Figali, por delitos contra el ambiente, a raíz del relleno de tierras que realizó en Amador. “No existen evidencias que demuestren que el Grupo F. incumplió el estudio de impacto ambiental”, concluyó.
Quesada Vallespi, de 75 años de edad y con un cuarto de siglo de labores en el poder judicial, se graduó de licenciado en derecho y ciencias políticas en la Universidad de Panamá en 1964. Creció en El Chorrillo, y algunos de sus compañeros de universidad lo recuerdan como un alumno “serio e inteligente”.
Una vez fue boxeador. “Hice varias peleas. Gané unas cinco y perdí otras tres”, dijo en una entrevista que otorgó hace varios años a un medio local. Allí mismo contó que es fanático de la salsa y que entre sus libros favoritos figuran Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa, y El Chacal, de Frederick Forsyth.
Enrique Chito Montenegro se atribuye el haberlo llevado al Judicial. “Él trabajó primero en el Ministerio de Trabajo en el Juzgado Ejecutor y después yo ayudé a que lo nombraran en el Órgano Judicial, y desde entonces hasta que ha sucedido esta situación –lo de Fábrega– al tipo lo llaman el ‘incorruptor’. Yo le digo Drácula por su físico”, dice.
De su vida en el cuadrilátero aprendió a sortear golpes. Uno de los más fuertes le llegó en 2006, cuando fue destituido por la Corte Suprema de Justicia como magistrado suplente del Segundo Tribunal por haber avalado un fallo del 15 de diciembre de 2004, que declaró la nulidad de las operaciones antidrogas “Buenaventura” y “Estero”.
En 2004 saltó a las primeras planas, a raíz de que el entonces fiscal anticorrupción, Daniel Batista, lo acusara de “forzar la ley” para declarar nulo el expediente sobre una investigación contra el exgerente de la Caja de Ahorros Carlos Raúl Piad, miembro del círculo cero de la expresidenta Mireya Moscoso. Quesada Vallespi argumentó que Piad estaba amparado por el fuero electoral, como secretario general del partido Arnulfista (hoy partido Panameñista).
Ahora, en el ocaso de su carrera, el polémico juez tiene en sus manos la tarea de desenredar una de las madejas que componen la red del caso Financial Pacific.
“Sé que está muy bien protegido por haber durado mucho tiempo en el Órgano Judicial, y la verdad es que no tengo muy buen concepto de esos jueces penales, yo los considero que son jueces venales, porque es imposible que no lo sean en medio de tanta corrupción”, asegura el jurista Miguel A. Bernal.