La cultura de la ‘empanada’

La cultura de la ‘empanada’


El conductor arranca sin piedad y los pasajeros aún en los pasillos hacen malabares. Dos mujeres aprietan los cartuchos que llevan en la mano y de los que sale olor a fritura. Un hombre corre a un puesto en solitario, mientras que otro grita que le “cabrea” el apuro del chofer.

No hay música, así que un pasajero decide conectar dos pequeñas bocinas a su celular y armar escándalo al ritmo de vallenato.

Son las 8:00 a.m. y muchos se concentran en las calorías que llevan en los cartuchitos de plástico rojo cargados de empanadas, chicharrones, chorizos y hojaldras. Es el trayecto para ir al trabajo, el camino hacia una cita en la Caja de Seguro Social y el recorrido hacia la escuela. También es para muchos la hora de desayunar a bordo de un ‘diablo rojo’ de la ruta Transístmica-Torrijos Carter, cuyo motor hace el ruido de una licuadora vieja.

Cuando a María Bermúdez -asidua en los buses de la Gran Estación en San Miguelito- le toca opinar sobre la conducta de los pasajeros habla de la “maldición” de tomar un bus.

“En la mañana, todavía la gente está de buen humor, pero en la tarde se les mete un bicho en el cuerpo. Los buses están repletos. Gritan, te empujan, pelean los puestos y ensucian con las migajas que dejan cuando comen. Y cuando la bulla viene de las bocinas [del bus] se completa la cosa”.

A partir de este año cambiaría la forma en la que se transportan masivamente los panameños. En diciembre llegarán los primeros 120 buses que formarán parte del Metro Bus, buses urbanos que estarían reemplazando paulatinamente a los ineficientes “diablos rojos”.

Y a finales de 2013 se estaría estrenando la primera línea del Metro, sistema por el que se pretende transportar a 100 mil personas por día. El cronograma está definido, pero uno de los retos más importantes será instaurar la “cultura metro”, entre usuarios y transportistas, pues de poco serviría gastar millones de dólares si en el sistema la actitud es hostil e insegura como hasta ahora.

El Gobierno ha contratado, a través de la Secretaría del Metro, la asesoría de la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá– metro de Medellín. En esta ciudad el transporte es impecable. Ni un solo papel en el piso. Es tan limpio, que Roberto Roy, secretario ejecutivo del Metro de Panamá, dice de forma metafórica que “en el piso de los vagones se puede freír un huevo”.

La Secretaría del Metro dice que se han tomado las previsiones para que el sistema panameño también sea seguro y eficiente.

Habrá policías en cada estación, desde Albrook hasta Los Andes. Se hará énfasis en las reglas de seguridad y no se permitirán mascotas. Los pasajeros no podrán comer en los vagones y si quieren escuchar música tendrán que usar audífonos. No se podrá fumar y habrá que darle prioridad a las embarazadas y a los ancianos.

Por seguridad, las estaciones no tendrán baños. Otras ciudades han comprobado que estos son propicios para cometer crímenes.

Si se toma el ejemplo de Medellín, los panameños podrían decir categóricamente que aquí también se puede lograr una “cultura metro”. La diferencia es que allá se empezó con el proceso de sensibilización ocho años antes de que arrancara el metro. En el caso de Panamá solo hay tres años de gabela.

La lucha empezará a partir de 2010 con el Metro Bus, donde 85 pasajeros tendrán que lidiar con la cultura de la “chicha y empanada”, de la que hace unas semanas habló el arquitecto Rodrigo Mejía Andrión cuando escribió en su columna sabatina sobre el servicio que se brinda en las entidad públicas.

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