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La difícil tarea de ganarse el pan de cada día

La difícil tarea de ganarse el pan de cada día
La difícil tarea de ganarse el pan de cada día

José no fue a la universidad ni sabe qué significa marketing. Sin embargo, tiene sabiduría popular. "Le puse ese nombre para que llame la atención y la gente se acuerde", dice, al explicar por qué bautizó "Primavera Azul" a la fonda que armó sobre la calle central de Penonomé. "Los colores del verano siempre llaman la atención", agrega. José pagó 175 dólares a la Junta de Carnaval para instalar su puesto.

Y, para hacer frente a la fuerte competencia, recurrió a un nombre original y a una docena de carteles -diseminados por todo el puesto- que resaltan las bondades de su comida. "Pollo azado con yuca o bollo entero", reza el más grande.

Lejos de preocuparse por la elegancia ortográfica, José asegura que el pollo asado es lo que más se vende. "A pesar de que hay competencia, siempre se saca algo", afirma.

Con mucha menos infraestructura, Altagracia también buscó ganar unos dólares en Carnaval. En la calle principal ubicó una pequeña mesa sobre la que expone varias docenas de manzanas acarameladas.

"Las vendo a 50 centésimos", dice. Por día, 100 personasdisfrutan su producto que elabora -al igual que en los grandes restaurantes de Estados Unidos- en vivo y en directo.

En cada cuadra de la calle central hay un teléfono público. No obstante, Javier abrió una sucursal de su "negocio" en Penonomé: vende llamadas por teléfono celular a 25 centésimos el minuto. "Vine a probar este año", cuenta, mientras mantiene en alto un cartel escrito a mano en el que promociona su "rebusque".

"Gané 30 dólares en un par de horas".

"¡A los churros, a los churros!", grita Alexis. "Trato de no tentarme con el Carnaval porque estoy trabajando", dice. A diferencia de otros colegas, Alexis no tiene un puesto fijo y por eso recorre de punta a punta la Avenida Central para ganar alrededor de 10 dólares diarios. "Me gano mi plata humildemente", subraya orgulloso.

Un negocio Familiar

La casa blanca bien podría ser el hospital de la ciudad. Pero, lejos de ello, es un hogar familiar que para Carnaval fue convertido en fonda. Dentro de los cambios, el garaje de la vivienda fue convertido en comedor, según cuenta Marixa, su propietaria.

"Teníamos unos ahorros y decidimos invertirlos en esto", comenta. A pesar del entusiasmo, el menú del lugar es humilde: solo vende sancocho con arroz a un dólar con 25 centésimos. "La junta del Carnaval solo me autorizó a vender eso", explica resignada.


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