Felipe ‘Pipe’ Camargo: ‘Yo rezaba después de las torturas’

Felipe ‘Pipe’ Camargo: ‘Yo rezaba después de las torturas’
Felipe ‘Pipe’ Camargo. Cortesía


¿Pipe es apodo de niño o alias de dictadura?

De niño era Tato. Pipe es de la dictadura, porque así le decían a mi papá, que se jubiló en 1968.

¿Cuántas víctimas dejó la dictadura?

Hasta 1981, con Torrijos, calculo que 150 contando desaparecidos y enterrados por ahí. Pero no eran santos: eran extremistas de izquierda, bases arnulfistas, activistas guerrilleros y policías. Y después hubo limpieza, pero no como exagera la Comisión de la Verdad.

¿Usted a cuántos mató?

A Chino Negro y a Foster, asaltadores de banco. Me ordenaron un escuadrón de búsqueda y castigo. Fueron 8 o 10 maleantes en esa limpieza del bajo mundo.

Lo recuerdan como el torturador…

En 1988 Noriega me dio dos horas para sacarle la información a los golpistas de Macías. No hubo muertos, solo interrogatorio de inteligencia militar.

O sea, con tortura.

Manguerazos, esposas en posiciones incómodas, aturdimientos con directorios, el bueno y el malo… pero nadie murió. Digo, tampoco fue en seco ni era una iglesia: era un golpe y eran militares.

¿Y los civiles?

Cogí a compañeros míos de La Salle como Rodrigo Arosemena y Alberto Alemán Z. Que ellos, Roberto Brenes y Mery Alfaro de Villageliú digan si fueron torturados de verdad. Yo reconozco las torturas a los del golpe y les pido disculpas, porque sí sufrieron martirios. Pero ya pagué 7 años y medio de cárcel. Ya cumplí.

Enfrentó 32 cargos por tortura…

Sí, pero nunca narcotráfico, corrupción ni enriquecimiento. Seguí órdenes.

Mirada y sonrisa de torturador sí veo…

¿Te he intimidado? Tú tampoco a mí. Estoy entrenado para interrogar y ser interrogado con maltrato físico, sentadas en hielo, no comer ni dormir...

O sea, usted no se arrepiente…

¿Cómo me voy a arrepentir? Era parte de mi carrera. Yo soy católico, vivo orando y llevo un rosario en el bolsillo.

¿Y rezaba cuando torturaba?

Después. Tenía que arrepentirme, porque uno queda como perturbado. Pero yo no pierdo la memoria ni me altero: esa es la fuerza que me da Dios.

¿Disfrutaba del dolor que provocaba?

No gozaba con nadie. Lo hacía convencido, pero era un trabajo.

¿Usted tiene sentimientos?

Sí, y valoro la vida.

Pero la suya…

Sí. Pero yo no voy a resocializar a mis enemigos… de eso se encargan otros.

¿Dónde aprendieron a torturar?

En Israel, Inglaterra y la Escuela de las Américas. Yo no fui el único, pero pago el pato. Yo aplicaba castigos como pararse 4 horas, correr con el fusil 3 horas... No hubo picanas, uñas arrancadas ni tuertos.

¿La invasión los tomó desprevenidos?

Sí, la CIA le hizo creer a Noriega que no habría invasión. El 19 de diciembre, Lucho Gómez le informó que aviones con paracaidistas venían para Panamá. Noriega llamó a Rafito Cedeño, su contacto con la CIA, quien le dijo que era un salto programado. Y le creyó. La alerta real llegó cuando Noriega ya estaba borracho en Colón. En la primera hora descabezaron el mando y luego se volaron los archivos del G2: interceptaciones, memorias, el dossier de Noriega y una Galaxy.

Ese era el Pegasus de la época, ¿no?

Sí. Pero con fines militares, no políticos ni comerciales. Había capacidad para 100 teléfonos de línea fija: 60 para la Fuerzas de Defensas y 40 para la CIA.

¿Rafito traicionó a Noriega, entonces?

Sí, y yo se lo reclamé a Noriega en cuatro catarsis largas en El Renacer. Le reclamé muchas cosas, como haberme mandado a África después de serle leal.

¿Por qué perdió la confianza en usted?

Rafito lo influenció para sacarme del G2. Yo entré con Torrijos a los 28 años, solo le respondía a él y pasaba meses en operaciones fuera. Eso generó envidia. Gané enemigos que descubrí años después.

¿Su ‘inteligencia’ no lo ayudó?

Todo estaba compartimentado. Yo tenía información del Estado Mayor, y me pidieron investigarlo porque estaba lleno de sapos. Cuando di los audios de los golpistas, ellos delataron al Estado Mayor. Así me gané el título de torturador.

Pero ni así los sacó Noriega...

No. Y pagué yo el pato. Llegué del castigo de África, me metieron preso dos meses y me dieron la baja en junio de 1989.

¿Y Noriega le pidió perdón?

Me lo aceptó, pero no. Admitió que Rafito lo engañó y él no lo controló. Su misión era fracturar la institución, pero lo detectamos ya estando presos.

¿Qué siente por Noriega?

Nada. Ni bueno ni malo. Por Torrijos sí siento admiración.

¿En qué se diferenciaban ellos?

El estilo de Noriega era trabajar con oficiales embarrados, y los protegía para tenerlos a sus órdenes. Tenía limitaciones, complejos e inteligencia política cero.

¿Por qué él se murió con sus secretos?

Por compromisos con la CIA. Noriega traicionó a la CIA dos veces. Ejecutando la orden de Torrijos para instalar 14 bombas y amedrentar a los zonians opositores a los tratados, negándoselo a Bush. Y permitiendo que la DEA y la CIA monitorearan a los oficiales de Arnoldo Ochoa, que traficaban diamantes de sangre y drogas vía Cuba. Pero en 1989, despechado con los gringos, Noriega delató la operación a Fidel, y Fidel fusiló a Ochoa.

¿Usted lideró dos ‘misiones’ para traer armas o era un mensajero?

No pertenecía al G2 ni a la comandancia general, sino al Manguito, una organización de inteligencia que manejaba relaciones con la izquierda y los movimientos revolucionarios del exterior, y solo rendía cuentas al comandante jefe. Yo ya había traído las armas para tumbar a Somoza. Y en 1988 Noriega me encargó repetir la misión en Fidel. Ahí surgió la idea del pueblo en armas, y nacieron los Batallones de la Dignidad.

¿Y esos, para quiénes eran dignos?

Fue solo el nombre. Eso fue para cumplir con Cuba y que nos dieran las armas.

¿Cuál era su relación con Colamarco?

Lo conocí en la cárcel. Todo era compartimentado... solo se reportaba al jefe. A mí me supervisaba Rafito Cedeño, pero yo no sabía que trabajaba para la CIA.

¿Siendo experto en inteligencia?

Noriega se confió en Rafito, que era peor que él. Y yo tenía sospechas. Cada parte del aparato de inteligencia lo manejaba alguien distinto: yo, Madriñán, Cleto Hernández… Pero todo pasaba por Rafito. Ellos sabían todo. Muchos se juran puros, pero bien embarrados están.

El gran sapo del Comando Sur era...

El traidor Amadis Jiménez, que permitió la matanza de una compañía de infantería marina en Coco Solo el día de la invasión. Lleva 35 años oculto.

¿Quiénes más fueron traidores?

Rafito Cedeño y Luis del Cid, el otro ayudante de Noriega, que rindió, sin disparar un tiro, la quinta zona militar en Chiriquí donde íbamos a replegarnos para esperar el cese al fuego de la ONU. Él está en Nicaragua. El Estado mayor estaba minado: todos informaban a EEUU. Y como yo le trasladé mis enlaces a Asunción Eliecer Gaitán, él y Rafito tenían todo.

Hablemos más de Gaitán.

Otro gran traidor. Era el jefe de escoltas de Noriega y vive exilado en Cuba. Su hermano, que trabajó por años en los 99, lo protegió. Ese emborrachó tanto a Noriega el día de la invasión, que los gringos tuvieron que desintoxicarlo primero porque si no, se les caía el caso. Y el tercer hermano, cura, influenció a Luis del Cid para que rindiera la quinta zona militar sin resistir. Una familia de tres traidores.

¿Y Renato Pereira?

Él sabía de la invasión, por eso toda la izquierda del PRD y el país se fue de aquí.

Civiles que se enriquecieron.

El Toro, Mitchell, Pachi, el frente empresarial ese, los Waked, la familia de Vicky Amado y de Chechito Carrizo, Camilo Gozaine, Carlos Santiago Castillo y su mamá Bélgica, Tuturo del Valle, Tony Domínguez… dueños de televisoras que se quedaron las frecuencias, y otros con negocios y consulados en Europa. Muchos gozaron; la cruz la pagamos pocos.

¿Usted está inscrito en el PRD?

Nunca. Y si puedo, los desbarato más.

¿Usted fue a la fiesta de Chayanne?

Yo no estaba en ese círculo cero. Pregúntale a Francisco Porras. Era el edecán de la CIA y de la esposa, y pasó agachado.

¿Por qué le tomó 35 años sacar su libro?

Recopilando y desclasificando información. Pero aquí conté más que en el libro. Nunca había hablado en La Prensa.

El momento crítico de sus misiones.

Cruzar espacio aéreo estadounidense con aviones clandestinos cargados de armas, con miedo de que los gringos enviaran aviones de combate.

¿Hay espías éticos?

No. Los servicios de inteligencia no son éticos; usan la mentira y el engaño para cumplir con el Estado. Somos soldados, no monaguillos. Todo por la Patria, algo que los policías ya no tienen. Ahora todo es show y falsos positivos, con corrupción y clanes protegiendo su poder. Y Frank Ábrego es el arlequín mayor. Ese nunca fue de inteligencia ni operaciones reales. Militar desdibujado, vive del cuento.

¿Cuántos pasaportes usaba usted?

10 y mucho efectivo. Adrián López era un alias. Y adoptaba personalidades, como obrero, para no levantar sospechas.

¿Cree que ya limpió su apellido?

Sí, pero no he conseguido trabajo en ningún gobierno ni empresa. ¿De qué reinserción hablan?

¿Por qué no lo llaman, como sí a José Gómez, Colamarco, Clovis Sinisterra, Severino Mejía y Humberto Macea?

Le temen a lo que sé. De esos, Gómez es el que más ha seguido tras el poder.

¿Y de qué vive usted?

Un tiempo, de mi trabajo con un oficial que desapareció en Irán, y como jefe de campamento en Petaquilla. Estoy jubilado con media pensión. Nadie me paga, no tengo compromisos ni le soy leal a nadie.

En Haití, cuando Duvalier, el pueblo incineraba vivos a sus soldados…

Sí, pero no estamos en Haití. Y si hubiera habido tantos muertos como dicen, nos hubieran colgado de un palo. A mí me paran a saludar y pedirme docencia.

¿Dónde está la cabeza de Spadafora?

No sé. Esa misión no me toco a mí.

¿A quién le dio Noriega esa orden?

A un cuadro del frente sandinista, médico veterinario que vivía en Panamá con iniciales SG y alias con W. Pero te acepto que yo sí sabía cuál era la misión.

¿Y Moisés Giroldi?

Rafita le dio la orden a los que fueron a ejecutarlo a Tinajitas.

¿Y el padre Héctor Gallego?

Torrijos lo mandó a llamar para desterrarlo por meterse con los intereses de la familia de Gerardo González, terratenientes en Santa Fe. Los machos de monte entendieron mal la orden y lo mataron.

Y ahora, un civilista es presidente...

Le falta una visión más amplia del país. Sigue sesgado, pensando como civilista. Y Brenes y Bernal, ahí con él.

¿Y quién torturó a Bernal?

El G2 por orden de la inteligencia americana, porque Bernal operaba para el gobierno de Irán que tenía rehenes gringos.

¿Y a Olimpo Sáez?

Lo colgaron 24 horas en el patio de la Modelo, y manguereado. Tortura de verdad. A él y a Mike Vanegas.

¿Y a Yeyito Barría?

El ideólogo de la Cruzada era Roberto Brenes, no él. Y nosotros capturábamos cabecillas, no sardinas.

¿Valió la pena?

Sí. Fue un régimen duro, pero dejó resultados. ¿No piden resultados?


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