En una crisis como la que golpeó la economía mundial en este último año, y de la que apenas ciertos países comienzan a recuperarse, no hay discriminación. A todos los sectores les tocó su pedazo.
Y como fue una crisis que se generó en los mercados financieros, muchos multimillonarios vieron reducirse dramáticamente sus fortunas, lo que obviamente afectó las proyecciones de la industria del lujo y del glamour, que no pudo escaparse de los efectos de este tsunami financiero.
Diversos medios de prensa y de difusión electrónica dieron cuenta de los padecimientos de las grandes casas de moda y de los más reconocidos diseñadores.
Christian Lacroix, una de las más emblemáticas firmas francesas de alta costura, se declaró en bancarrota.
En febrero de este turbulento 2009 se anunció la quiebra de la icónica marca Gianfranco Ferré, propiedad de IT, un holding milanés que también tiene la licencia de Just Cavalli, Versace Sport y productos de Galliano.
Y de acuerdo con lo que reporta Akolor.com, el mejor termómetro para medir el desempeño de la industria de la moda es cada una de las ediciones de los Fashion Week (FW), organizados religiosamente a principios y mediados de cada año en Nueva York, Milán, Londres, París, Barcelona, Madrid y San Pablo –las capitales de la moda por excelencia–.
“Este año, las semanas de la moda fueron el espejo para mostrar cómo la debacle económica internacional se refleja en el sector fashion”, comenta uno de los artículos que aparecen en la citada página que detalla, además, todas las peripecias por las que están pasando casas y diseñadores.
Trajes que no se entregaron por falta de capitales, menos desfiles de los que se había programado, asientos vacíos, falta de compradores y la ausencia de invitados especiales o VIP, principalmente del mundo político, marcaron la tónica de estas actividades.
En Panamá la situación no ha sido tan dramática, según coincidieron en señalar diseñadores y encargados de las tiendas de lujo.
Helene Breebaart asegura que solo en los meses de agosto y septiembre registró una baja en sus ventas cercanas al 40%, pero que ya se está recuperando.
Acepta que también hay “una propuesta mucho más amplia”. “No tenemos que cerrarnos a eso, nuestros productos son bastante únicos y de calidad, pero ahora hay muchas tiendas de lujo, además clientes que viajan y aprovechan los baratillos que se pueden conseguir en otros países”.
Aunque la crisis no ha afectado Panamá como a otros mercados, la diseñadora reconoce que “la gente está asustada por la crisis”.
Mientras que Daniel Vásquez, de la tienda Salvatore Ferragamo de Multiplaza, comenta que se presentó un pequeño bajón en agosto, pero con los sale de septiembre ya las ventas están por arriba del año pasado.
Sin embargo, aclaró que el 60% de su clientela es turistas, a la vez que consideró que lo peor de la crisis ya pasó para el sector de alta moda.
“Esas casas que quebraron en Nueva York, Francia u otros países, pronto van a volver a abrir sus puertas”, aseguró.
La ‘reinvención’ de marcas En tiempo de crisis, la alta costura deja de ser una prioridad para quienes pueden darse esos gustos. Según el diseñador panameño Jaime Luna, el consumismo de la alta costura y de artículos y accesorios de lujo ha decaído, lo que está llevando a una tendencia, “reinventar” sus propias marcas, con una reducción sustancial de presupuesto y del derroche excesivo.
“Ahora el enfoque es vender, y para ello esta reinvención ha hecho que se reestructuren los diseños, conceptos y líneas para que estén acordes con la realidad económica y sean más accesibles a un consumidor que es más minucioso y se fija más a la hora de comprar, pues vive en la incertidumbre de qué pasará”, dice Luna. Las grandes casas de modas, agrega, han volcado sus presupuestos en hacer líneas comerciales, menos elaboradas, masivas, pues se han dado cuenta de que esta moda austera es la solución para incrementar sus ventas y sobrevivir.