La primera dama, Lorena Castillo, fue enérgica: “Al demonio no le gusto mucho q fuera a invitar a su Santidad a Panamá”, escribió en su cuenta de Twitter el 21 de septiembre tras las críticas generadas por su viaje a Cuba en ocasión de la visita de Jorge Bergoglio a la isla.
Los cuestionamientos hacia Castillo se generaron por acudir en viaje oficial al encuentro con el papa Francisco. La acusaron de utilizar los recursos del Estado por motivos de su fe católica, de la que ella y su esposo, Juan Carlos Varela, son fervientes devotos.
Castillo se defendió. Aseguró que la visita, en la que se hizo acompañar por el sacerdote Teófilo Rodríguez, era por temas de Estado y que se conversaron asuntos beneficiosos para ambos países. En las fotos de agencia, en efecto, Castillo aparecía con el líder del Gobierno cubano, Raúl Castro. En sus manos sostenía dos banderas, la de Cuba y la del Vaticano, y empuñaba un abanico de madera y un rosario blanco.
Se trataba del tercer encuentro en un año entre el Pontífice y al menos uno de los inquilinos del Palacio de las Garzas. En septiembre de 2014, la pareja abordó por primera vez el avión presidencial para viajar al Vaticano y conocer al Papa.
Cinco meses después, los Varela volvieron a pisar la Santa Sede. Esta vez para participar en el consistorio ordinario público que elevaba a cardenal a monseñor José Luis Lacunza, obispo de David, Chiriquí.
La inclinación de la familia presidencial no es inesperada. En una entrevista que le dio a este medio durante la última campaña electoral, Varela dijo ser un “cooperador” del Opus Dei, institución de la Iglesia católica a la que apoya desde hace casi 20 años. Incluso, en 2008 sus tarjetas navideñas llevaban un mensaje de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de esta asociación.
“Ese enfoque que tienen los críticos de que de alguna manera el presidente mezcla la religión con el Estado no es tal”, afirmó el ministro de la Presidencia, Álvaro Alemán, en una entrevista con este medio. “En este gobierno hay amplitud en el tema de la religión. Aquí no se puede decir que de alguna manera somos sectarios”, añadió el funcionario.
GESTIÓN EVANGELIZADORA
Al final de un comunicado de la Caja de Seguro Social, sobre los supuestos avances de esta institución en beneficio de la salud ciudadana, se lee un mensaje que nada tiene que ver con lo anterior.
“En todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Se trata de un extracto del capítulo 7, versículo 12, del Evangelio según Mateo, del Nuevo Testamento de la Biblia.
Este mensaje parece contradecir la Constitución de la República, en la que se establece, aunque de forma un poco ambigua, que Panamá es un Estado laico.
El artículo 35 de la Carta Magna señala que “es libre la profesión de todas las religiones, así como el ejercicio de todos los cultos, sin otra limitación que el respeto a la moral cristiana y al orden público. Se reconoce que la religión católica es la de la mayoría de los panameños“.
Sin embargo, varios capítulos más adelante, en el artículo 107, aparece una frase digna de un Estado confesional: “se enseñará la religión católica en las escuelas públicas (...)”.
El expresidente del Colegio Nacional de Abogados Rubén Elías Rodríguez asegura que estas disposiciones, indulgentes con el catolicismo, carecen de valor social. “No es obligatoria para la conciencia moral del pueblo. No tiene fuerza normativa”, aseguró.
Por su parte, el sociólogo Luis Pulido Ritter precisó que más allá del valor social o no que tengan, su efecto es “nefasto” para la población panameña.
“Si bien la Constitución reconoce que la mayoría son católicos, somos un Estado laico. Es la República de Panamá, no la República católica de Panamá. La Iglesia tiene que ocupar su espacio. Varela es presidente de todos los panameños, no solo de los católicos”, afirmó.
También enfatizó en que la materia escolar de religión tiene graves consecuencias en la educación panameña. “En vez de mirar las cosas desde un aspecto científico, lo hacemos desde un punto de vista mágico. Y eso es nefasto”, explicó.
Gerardo Maloney, también sociólogo, opina distinto. Considera que es un buen momento para fortalecer los vínculos con el catolicismo por la labor que desarrolla Francisco. “La Iglesia católica está fortalecida, y cualquier vínculo con ella es importante”, dijo.
Precisamente, destacó Pulido Ritter, estos vínculos, fortalecidos con Varela, retrasan discusiones sociales que ya forman parte de la agenda noticiosa en varios países de América Latina. “La legalización de las drogas, el aborto y los derechos igualitarios aún no son temas de Estado porque vivimos en una sociedad pacata y conservadora, cuyos dirigentes no se atreven a enfrentarse a esa realidad de una forma democrática. Las políticas religiosas de Varela retrasan y oscurecen esta agenda”, indicó.
SUPUESTOS PRIVILEGIOS
Al día siguiente de su triunfo en las urnas, el 4 de mayo pasado, Varela fue a una misa en una iglesia de Juan Díaz. Desde entonces, ello se ha convertido casi que en su sello personal. Ha participado de misas y procesiones en casi todo el país.
Ayer, por ejemplo, se había anunciado que el mandatario asistiría por la tarde a una misa por el inicio del Mes de la Sensibilización sobre el cáncer de mama y próstata en la catedral metropolitana, en el Casco Antiguo, la cual está siendo reparada actualmente con fondos estatales.
De acuerdo con el reverendo Pablo Morales, pastor metodista y expresidente del Comité Ecuménico de Panamá, existe un favoritismo hacia el catolicismo en la gestión de Varela. “A la Iglesia católica se le están cayendo los templos y muchas veces el Estado se los tiene que arreglar. Algunos porque son patrimonio histórico, pero hay otros que son nuevos e igual los reparan”, dijo.
Por ello, recuerda que las luchas por separar la influencia religiosa en las decisiones estatales. “Los proyectos de Estado no son dirigidos por la ley de Dios, sino de las personas”, afirmó Morales.
Finalmente, el Presidente no asistió a la misa de ayer. Aún así, y pese a que estaban fuera de sus horas laborables, el recinto estaba colmado de funcionarios.