La foto que definió una era en Panamá

La foto que definió una era en Panamá


Guillermo Billy Ford iba tambaleante al choque con los Batallones de la Dignidad. Un hombre de rostro asustado lo sostenía mientras intentaban escapar del caos en el parque de Santa Ana. Era el 10 de mayo de 1989 y la caravana civilista tropezó, frente a frente, con los varilleros, que repartían garrote, golpes y plomo.

Ford tenía la guayabera empapada con la sangre de su guardaespaldas Manuel Alexis Guerra, asesinado en mitad de la confusión. El candidato a vicepresidente que desafiaba al dictador Manuel Antonio Noriega trastabillaba por la avenida Central con rumbo a Calle 12.

Su verdugo lo interceptó frente al cine El Dorado. Las fotos de la golpiza dieron la vuelta al mundo. Una deslumbró: la que apareció en la portada de la revista estadounidense Time.

La imagen narra una historia: Ford, con su camisilla ensangrentada, intenta eludir al batallonero, a quien mira fijamente. Tiene el rostro inexpresivo. Su atacante, en cambio, lo mira con el fuego del odio mientras lanza el varillazo. Al fondo, una escena callejera: papeletas electorales y un cartel de la película de acción del momento: Presidio (La hora de los héroes) con Sean Connery y Timothy Dalton. Impasible, un policía antidisturbios mira la escena. Dos hombres lo imitan.

La realidad política del país, sedienta de héroes y repleta de villanos, fue captada en una foto de un chico neoyorquino, de 23 años, que llegó a Panamá casi por casualidad.

Ron Haviv aterrizó en el istmo para su primera asignación importante. En Nueva York trabajaba para periódicos locales. También era mensajero en bicicleta y manejaba un camión de helado. Un día conversó con Christopher Morris, un colega con mucho más recorrido. Morris le contó que vendría a Panamá a cubrir las elecciones del 7 de mayo. En aquel momento Haviv colaboraba con el New York Post, así que intentó convencerlos para que le pagaran el viaje.

“En el Post amaban a Noriega. Le decían el ‘cara de piña’. Cada vez que hacía o decía algo, titulaban con el ‘cara de piña’. Accedieron a pagarme la asignación. Era mi primera cobertura internacional. Una semana antes de comprar el boleto, hubo un cambio de administración del diario y cancelaron todo.

No tenía dinero. Le conté a Morris lo que había pasado. El iba por la revista Time. Me dijo que había una promoción de viaje, y que podía ir con él ya que tenía un pasaje extra, una cama extra en su cuarto, y podía moverme con él en su carro de alquiler”, recuerda Haviv.

Es un día de mayo de 2016 en Panamá, 27 años después de aquel 1989 que cambió la historia, Haviv está sentado en un sillón rojo en el estudio del fotógrafo panameño Melchor Tito Herrera.

La foto de Ford lo trajo de vuelta a Panamá. Lauren Walsh, profesora de fotografía en la Universidad de Nueva York lo acompaña. Desarrollan el proyecto Biografía de una foto. Con testimonios, cuentan el impacto de una imagen en una sociedad. En este caso, la de Ford y el varillero. Han entrevistado a políticos, civilistas y hasta a Rubén Blades.

 

 

¿Cómo fue el 10 de mayo de 1989?

Chris [Morris] y yo acordamos seguir a los candidatos. Nos fuimos en la caravana. Por el camino sale más gente, pitufos (vehículos antidisturbios), y lanzan gas lacrimógeno. En un punto nos detuvieron, así que nos bajamos y trepamos al vagón de una camioneta.

Por la iglesia del Carmen había mucho movimiento. Chris se bajó para tomar fotos de la Policía que golpeaba a alguien. Yo estaba por bajar cuando arrancó la camioneta y caí de espaldas en el vagón. Seguimos hasta el parque de Santa Ana. El lugar está lleno de militares. La gente de la caravana se comienza a bajar de los autos. De repente escucho un ruido fuerte. Del otro lado del parque veo a gente con camisetas azules, con varillas. Venían hacia nosotros. Golpeaban a todos. Era la primera vez que escuchaba disparos en mi vida.

Noto un movimiento extraño alrededor de un auto. La puerta se abre, y sale un hombre lleno de sangre. No lo reconocí a primera vista. Me doy cuenta de que es Billy Ford. Lo vi mareado. Lo comienzo a fotografiar. Alguien detrás mío me dice “con permiso”, me muevo, y el tipo comienza a golpear a Ford con una varilla. Tomo fotos. Llega un oficial, lo arresta (al varillero) y se lo lleva.

Todo el mundo se va, y la plaza queda vacía. No tengo idea de dónde estoy. Me encuentro con otro fotógrafo, Les Stone, de Reuters. Tratamos de ver cómo irnos. Entramos a un bar en busca de un teléfono y vimos a un colega afuera que buscaba a su equipo. Nos fuimos con él. Fui a AFP para darle las fotos, las vendía a $25 cada una.

¿Sentiste el poder cuando la tomaste?

Sabía que lo que fotografiaba era muy dramático: un hombre bañado en sangre y desarmado que peleaba con alguien con una varilla, además de lo que ocurría alrededor. Cuando alguien vio la foto en negativo, preguntó que qué era lo verde en la camisa, porque en negativo el rojo aparece de color verde. Les dije que sangre. Llamaron a Washington. 

¿Cómo influyó esta foto en tu carrera?

Hubo dos partes. La primera fue cuando apareció la foto en las revistas. Éxito, premios. Me gustaba, era divertido. Seis meses después, cuando Estados Unidos invadió Panamá, y escuché a [George] Bush hablar de mis fotos como parte de los motivos de la invasión, aun si fue utilizada como una herramienta conveniente de propaganda, entendí mucho más el poder de las imágenes, el rol de las fotografías. Nuestro trabajo genera una reacción.

La foto de Panamá le abrió el camino. Su aguda mirada y lente atrevido lo llevaron a los conflictos en Ruanda, Sri Lanka y Darfur. Ha registrado el hambre en Bangladesh, la conmoción en Egipto y la miseria en Haití. A comienzos de la década de 1990 viajó a los Balcanes, a la Yugoslavia que se caía a pedazos. Primero fue a Eslovenia y Croacia. Después le tocó la guerra étnica y política en Bosnia-Herzegovina. 

Una de las fotos de Haviv en Bosnia le dio la vuelta al mundo. Así como la de Ford. En la imagen aparece el paramilitar serbio Srdjan Golubovic. Sale con un cigarrillo en la mano y gafas de sol sobre su cabeza. Patea a una mujer madura acostada en la acera, acompañada por su esposo y su hija. Todos rodeados en charcos de su propia sangre.

La imagen ha sido utilizada en los juicios contra los criminales de aquella guerra. De los que capturaron, al menos. Golubovic ahora es DJ Max en Serbia. Sus videos en fiestas oscuras de música electrónica, con gente que baila a su alrededor, aparecen en internet. La vida es una juerga.

La guerra en los Balcanes fue apenas tres años después de lo de Panamá. Tenías menos de 30 años. ¿A esa edad cómo te influyó un conflicto en pleno corazón de Europa?

Presenciar la guerra en Yugoslavia, en Europa, me ayudó a entender que lo que pasaba allí podía ocurrir en cualquier lugar. Que no importa el lugar, cuando se utiliza el miedo como una forma de presión a través de la propaganda del odio. Todavía podemos ver ese comportamiento.

En una entrevista sobre tu trabajo en la guerra de los Balcanes de los 90, dijiste que pensabas que tu trabajo allá tendría un gran impacto, pero no lo tuvo. ¿Te afectó ese contraste?

La falta de reacción me cambió la perspectiva. Mi foto principal en Bosnia fue tres años después de la de Ford. Fue incluso mucho más brutal. La foto en Bosnia era evidencia de lo que venía en ese conflicto. Pensé que serviría para que intervinieran, pero no ocurrió. La guerra estalló, y miles murieron.

Entonces comencé a comprender las limitaciones de la fotografía. Entre los cinco y ocho años que estuve en los Balcanes entendí que la fotografía no siempre tiene el impacto que uno cree en un principio. Por ejemplo, la fotografía de los ‘Tigres de Arkan’ ha sido utilizada en los últimos años en los juicios por delitos contra la humanidad. Tuvo otra vida.

Las fotos de Bosnia y la de Panamá son las protagonistas de Biografía de una foto. Walsh lo explica: “Nuestro punto de comienzo era conocer el legado de una fotografía icónica para el país. En el caso de Panamá, las personas de cierta edad, que aún estamos por determinar ese número, reconocen la foto, nos dicen que es un momento muy importante para el país, pero a la vez que es un tema que no se trata de forma profunda. Eso es muy interesante. Por un lado, tienes una foto que todo el mundo reconoce, y del otro, una historia de la que no se habla. Tratamos de explorar la relación entre esos dos elementos”. “(...) Siempre pensé en el impacto de esa foto en mí como fotógrafo, y no en su impacto en Panamá”, dice Haviv.

Y aquí está el desenlace de esta historia. A finales de los 90, por primera vez, Haviv habló con el político panameño sobre la foto. “Nos reunimos por unos 10 minutos. Fui a su oficina y le di una copia. Me dio las gracias por su efecto”.

Ford ya no está. Murió la mañana del 19 de marzo de 2011. Carismático, de risa abundante, de mirada cálida, un buen político. Vivió tranquilo sus últimos días en su apartamento, frente al mar, en Paitilla.

El dictador Manuel Antonio Noriega, viejo y enfermo, está preso en la cárcel El Renacer. No se ha arrepentido de sus actos. Panamá consolida su democracia, pese a las tormentas que ha tenido que enfrentar en los últimos meses. Y la imagen de Haviv estará aquí para recordar una época oscura. Un clic y una guayabera ensangrentada sacudieron a un régimen.

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