En esta historia lo primero que hay que decir es que Bocas del Toro vive bloqueado buena parte del año. Cierres en Chiriquí Grande, en Guabito, en el puente sobre el río Changuinola, en cualquier punto de la provincia. Es un foco constante de protestas: por agua potable, mejores escuelas, carreteras, por el grupo que se denomina los Sin Tierra.
La gente se pregunta: ¿dónde están los millonarios recursos que el gobierno afirma haber invertido en la zona? ¿Dónde están los $28.9 millones que en tres años recibió la provincia de la descentralización paralela? Esos fondos no se ven. Olvidados e ignorados, los bocatoreños resisten y recurren a los cierres de calles para llamar la atención de las autoridades. En Changuinola llevan la cuenta de los bloqueos: se han registrado al menos 523 hasta la fecha. Por eso, en Bocas del Toro, con 159 mil habitantes de acuerdo con el último censo, constantemente deben hacer malabares para obtener suministros básicos.
Pero, un mes de cierre total en la ruta para acceder a la provincia, producto de las protestas por el contrato minero, le pasa una costosa factura al turismo de la zona. Lo asfixia lentamente y el paraíso languidece. Los múltiples bloqueos aniquilan el sustento económico de Isla Colón, la cabecera de Bocas del Toro, donde viven 17 mil 274 personas. Ese lugar de cielos azules, sol brillante y aguas cristalinas, que muestran en revistas internacionales y ha sido refugio de estrellas de Hollywood y de algún magnate de la tecnología, está triste.
Caminar por las calles de Isla Colón durante estos días de tiempos revueltos, es ver hoteles cerrados o con pocos clientes, restaurantes vacíos, conductores de lanchas y botes apretujados bajo la sombra de algún árbol esperando turistas que no vendrán. Los pocos que llegan lo hacen a través de avión y buena parte de ellos se hospedan en hoteles de lujo.
La gasolina, fuente indispensable para poner a funcionar las lanchas que transportan a los turistas a las diferentes islas, les llega a cuentagotas. Tener un tanque de gas, motor de las cocinas de los restaurantes, es como ganar la lotería. Pero también les falta pollo, huevos, lácteos, legumbres, medicinas. Una larga lista de cosas. Lo que llega al archipiélago es objeto de rebatiña.
Los camiones que les suministran provisiones están atascados en los cierres de Chiriquí.
Según cálculos de Juan Pablo De Caro, presidente de la Cámara de Turismo de Bocas del Toro, en la provincia el turismo cayó en 60%. A los hoteles les cancelaron la mayoría de las reservas que tenían para fiestas patrias y el tema es que buena parte de ellos había conseguido más personal para reforzar la operación, pues regularmente son días de casa llena. “Ha sido el mes más caro de la historia”, afirma después de decir que están perdiendo “muchísimo”.
“No le podemos decir al turista ‘no hay huevos, no hay pan’... entonces estamos trayendo por avión alguna de la mercancía, y a veces, cuando se abre una hora la carretera de Chiriquí hasta aquí, conseguimos algunos de los vegetales, pero son 16 cortes de calle hasta aquí (Isla Colón)”, cuenta.
Mientras tanto, dice, algunos hoteles han cerrado provisionalmente, enviando al personal de vacaciones y en otros casos les han disminuido la cantidad de horas de trabajo. En el archipiélago, según la Cámara de Turismo de Bocas del Toro, hay 140 hoteles registrados, pero en internet aparecen hasta 310 hospedajes.
Los hoteleros dicen que esta situación es “peor” que lo que vivieron con la pandemia por la covid-19. Otros hasta lo comparan con “una guerra”. Afirman que “están pasando el Niágara en bicicleta”. “Chiriquí lo dijo bien claro: ‘estamos secuestrados por un grupo del que no se entienden sus intereses’. Todos sabemos y estamos claros que la Corte Suprema de Justicia tiene que definir esto y lo que se está haciendo (con los cierres) es destruyendo la economía de un país sin ninguna razón”, añade.
El próximo 24 de noviembre, la Corte entrará a analizar dos de las demandas presentadas contra la Ley 406 del 23 de octubre de 2023 que adopta el contrato entre el Estado y Minera Panamá.
Comprar gasolina en Limón
No hay nada de aquellos días de la isla mágica, donde turistas de cualquier parte del mundo se paseaban por sus calles persiguiendo el sol caribeño o buscando la mejor langosta.
¿Cómo sobrevive una comunidad que vive del turismo en estas condiciones? A golpe de soluciones intrépidas. Como las que implementa José Peña, quien pidió que su nombre real no fuese mencionado en esta nota. Dueño de varias lanchas que transportan visitantes a distintos puntos del archipiélago, se “la rifa” día a día para conseguir suministros.
Recientemente, tomó un vuelo hasta la capital y desde un puerto en Colón, transportó 25 barriles de combustible y 200 tanque de gas, en una embarcación marítima. Navegaron durante 24 horas. Zarparon durante una madrugada, vieron pasar el día y llegaron a Bocas del Toro nuevamente en otra madrugada. “Aquí me esperaban para desembarcar la gasolina y el gas se fue para Almirante. En un ratito se vendió todo”, narró a La Prensa sentado en una oficina a pocos pasos del muelle desde donde parten las lanchas para el puerto de Almirante. Mientras que la embarcación se devolvió a Panamá cargada de plátanos. En la capital, los plátanos de Bocas de Toro, por estos días cuestan hasta $1.
José también viaja a Manzanillo, una población de Limón, Costa Rica, a buscar combustible. Es mucho más cerca que ir a Colón. Llega en hora y media, pero la travesía es riesgosa. Debe enfrentarse a lo que llaman “el mar adentro”, una ruta usada por los traficantes de drogas. También a la posibilidad de ser sancionados por personal del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) por navegar en aguas internacionales sin autorización. No es el único que lo hace. Varios de sus compañeros implementan maniobras similares. Es eso o quedarse sin sustento.
“Traigo ocho tanques de gasolina. Me quedo con dos y vendo seis. He hecho eso durante una semana completa. Otras personas están haciendo lo mismo”, cuenta. “Bocas del Toro siempre ha estado secuestrado por los cierres. Pero, este bloqueo es épico. La causa nos mueve a todos, estamos en contra de la minería, pero no deben perjudicarnos de esta forma. Cualquier cosa que pase en el gobierno central, la paga Bocas del Toro con los cierres”, añade.
A la conversación se une Luis Hernández, el compañero de travesía de José Peña. “Somos una provincia olvidada. A nadie le interesa lo que pase en Bocas del Toro. A nadie le importa si hay desabastecimiento de comida, desabastecimiento de gas, de medicina”, afirma.
También interviene Alba Peterson, de la sociedad civil de la isla. Ella se queja de lo costoso que es vivir en Bocas. “Nuestra canasta básica es carísima. Hago un mercado de $300 y todavía me faltan cosas elementales, no estamos hablando de ningún producto de belleza. Aquí la comida es súper cara, tanto así que algunos suizos van al super de aquí de Isla Colón y dicen que están pagando lo mismo que pagan en su país. Los estadounidenses me dicen lo mismo: que los precios en Bocas del Toro no son tan diferentes a los de Estados Unidos. Un plato de comida aquí cuesta lo mismo que en Estados Unidos”, cuenta.
José Peña complementa la historia de la vida cara con el drama de quedarse sin clientes para las lanchas. Resulta que desde mayo, hasta mediados de octubre, estaban en lo que el sector hotelero llama “la temporada baja”. Noviembre era clave, pues es el mes en que empiezan a compensar lo que no tuvieron el resto del año. “Teníamos bastantes reservas de grupos. En época normal, sacamos entre 3 a 4 embarcaciones diariamente. Ahorita mismo sacamos una. Dos o tres días no salen, narra.
Recalca que los restaurantes están trabajando “con lo que hay”. Y aquí cuenta esta historia: “ayer (domingo) sacamos un grupo de Eslovenia. Eran 25 personas. No cancelaron porque eran de agencia. Los llevamos a Cayo Zapatilla, y teníamos una reserva en un restaurante, y solamente lograron preparar los 25 platos exactos. No tenían provisión para uno más. Después llevamos a un grupo de ocho (turistas) y no pudimos conseguir comida”.
La promoción de Costa Rica
Al final de la calle primera, en la parte sur del pueblo, está el Hotel Gran Bahía, uno de los más antiguos de la isla. Su edificio original albergó la sede de la United Fruit Company. Soportó el terremoto de Bocas del Toro (1991) y sobrevivió a la pandemia.
Regentado por Arsenio Beker, el negocio soporta los efectos del aislamiento. “De Costa Rica nos visitan diferentes grupos que vienen con diferentes paquetes. Por estos días esperábamos a un grupo de europeos que venían por el Sixaola en bicicleta. Ellos llegan directo a San José (Costa Rica), allá los llevan a las montañas, pero la playa que les ofrecen es la de Bocas del Toro. Pensaban llegar a la isla, luego se irían a Boca Chica, en Chiriquí; y de allí a Santa Catalina (Veraguas). Luego pensaban avanzar a la ciudad para irse de regreso a su país”, contó Beker.
Pero, este año el plan se cayó por los cierres. “Se quedaron en Costa Rica. No se atrevieron a cruzar a Panamá. Los próximos vienen el 1 de enero, pero están con incertidumbre por la situación del país. No sabemos si también van a cancelar las reservas”, narró Beker.
En Isla Colón todos lo dicen: Costa Rica promociona más a Bocas del Toro que Panamá. “Para serle franco, Costa Rica vende Bocas del Toro como si fuese suyo. Ni el propio gobierno (de Panamá) vende a Bocas como lo hacen ellos”, añadió Beker.
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Entre los pocos turistas que por estos días visitan el archipiélago, figuran precisamente los ticos. Llegaron por carretera y desafiando los cierres, uno de ellos el del puente sobre del río Changuinola, que está sitiado desde hace más de 45 días por quienes reclaman tierras, un tema largo y complejo.
Entonces, en Changuinola, los turistas deben bajarse antes del puente, para luego cruzarlo caminando. La travesía es corta: unos cinco minutos, pero la mayoría viaja con equipaje y si no lo lleva a cuestas, debe pagarle $1 a los que transportan cargas en una carreta. Allí, un taxi o un bus, los lleva hasta Almirante, donde finalmente toman la lancha hasta Isla Colón.
El cierre del puente sobre el río Changuinola, ha generado una especie de mercado clandestino a sus alrededores. Además de los carretilleros, están los que venden agua, raspado, además de los conductores de buses y taxis esperando clientes.
Esta historia tampoco tiene un final. El futuro es incierto. Los responsables de los cierres de calles se niegan a dar una tregua. Insisten en la derogación de la Ley 406 que adopta el contrato minero. La Corte se reúne en sesión permanente el próximo 24 de noviembre para empezar a discutir las demandas de inconstitucionalidad sobre el contrato, pero nada está claro. Mientras tanto, Isla Colón, y las comunidades cercanas sufren. Hay tristeza en el paraíso.