Con su característica franqueza y agudo análisis, Daniel Zovatto, Global Fellow del Programa Latinoamericano del Wilson Center en Washington, Estados Unidos, arroja luz sobre los intrincados procesos electorales que moldearán el panorama político de América Latina, además de ofrecer sus apreciaciones sobre la coyuntura panameña.
Su enfoque directo y perspicaz ofrece una visión imperdible, para comprender los retos y oportunidades que enfrentan las democracias en la región.
En una entrevista con La Prensa, Zovatto comienza subrayando que el 2024 es el año de mayor actividad electoral dentro de lo que él denomina el “superciclo electoral latinoamericano 2021-2024″, específicamente en lo relacionado a las elecciones presidenciales.
El analista recordó que en 2021 tuvieron lugar elecciones en Ecuador, Perú, Chile, Honduras y la “farsa electoral” nicaragüense. En el 2022 hubo elecciones en Costa Rica, Colombia y Brasil, mientras que en 2023 se realizaron comicios en Paraguay, Guatemala, Argentina, y nuevamente en Ecuador, debido a la salida anticipada del ex presidente Guillermo Lasso.
No obstante, indicó que 2024 es el año de mayor actividad electoral, con seis elecciones presidenciales: en El Salvador ya tuvieron lugar el pasado 4 de febrero en las cuales Nayib Bukele obtuvo su reelección inconstitucional, el 5 de mayo será el turno de Panamá, el 19 de mayo en República Dominicana y el 2 de junio en México. Luego habrá comicios presidenciales el 28 de julio en Venezuela; un proceso electoral en el que considera que, de momento, el régimen autoritario de Maduro no ofrece garantías para unas elecciones con integridad. Habrá que ver qué pasará en las próximas semanas y meses. Hay un serio riesgo de que, similar al 2018, las elecciones no tengan legitimidad democrática. El año cerrará esta intensa agenda electoral con las elecciones de Uruguay, a fines de octubre y eventualmente, si hay una segunda vuelta será en noviembre.
¿Cómo se mueve el panorama político en la región?
En palabras del Global Fellow del Wilson Center, la tendencia más importante que estábamos detectando en 2021, 2022 y 2023, era el “voto de castigo” a los oficialismos con independencia del color político del partido que ocupaba el gobierno. Una muestra de ello es que del 2019 hasta fines del año pasado, en todas las elecciones que hubo en América Latina, siempre perdió el partido que estaba en el poder, salvo unas pocas excepciones: en Nicaragua y en Paraguay.
“En este último país, volvió a ganar el Partido Colorado, aunque no fue una gran sorpresa porque de los últimos 75 años, en 71 siempre ganó ese colectivo. Y en Nicaragua, tampoco perdió el oficialismo, pero eso igualmente no fue sorpresa, ya que la dictadura de Daniel Ortega organizó una farsa electoral. Donde sí vimos que fue una tendencia clara de no voto castigo, pero que tampoco fue sorpresa -por la alta popularidad- fue en El Salvador, con la reelección inconstitucional de Bukele”, explicó.
Otra tendencia que mencionó es el rápido desgaste que sufren los mandatarios. De los seis presidentes que fueron electos en América del Sur entre 2021 y fines de 2023, dos no llegaron a los dos años: Pedro Castillo en Perú y Guillermo Lasso, en Ecuador. Dos que ya están casi en su segundo año o acaban de cumplir su segundo año, como en el caso de Gabriel Boris en Chile y Gustavo Petro en Colombia, tiene una popularidad por debajo o cercana al 30% y una impopularidad por encima del 60%. Por su parte, Luis Inácio “Lula” da Silva, que hasta hace poco venía gozando de altos niveles de popularidad -lleva ahora un año y tres meses en el poder-, esta ha caído por debajo del 40%, fluctuando entre el 33% y el 35% según las últimas encuestas. “El único que, de momento, se mantiene con un aceptable nivel de popularidad es Santiago Peña en Paraguay”, detalló.
Así las cosas, y sobre la reconfiguración del mapa político regional latinoamericano, a juicio de Zovatto, la tendencia predominante durante los primeros tres años del superciclo electoral (2021-2023) no era un voto favorable a los partidos de izquierda, sino un voto castigo a los oficialismos. Pero como en ese momento, la mayoría de los gobiernos eran de derecha o centro derecha, la alternancia fue habilitando prácticamente elección tras elección el gane de los gobiernos de izquierda o de centro izquierda. Consecuencia de todo ello, a fines del 2022, el mapa político latinoamericano mostraba que las cinco principales economías de la región estaban en manos de gobiernos de izquierda o centro izquierda: Andrés Manuel López Obrador en México; Petro en Colombia; Boric en Chile; Fernández en Argentina y Lula en Brasil. Hasta principios de diciembre de 2022 también estuvo Castillo en el Perú, pero luego fue destituido debido a su intento fallido de querer cerrar el Congreso.
Pero a partir de 2023 la presencia de gobiernos de centro derecha y derecha comenzó a fortalecerse. En Perú, en diciembre de 2022 Castillo fue reemplazado por su vicepresidenta Dina Boluarte. Y en el 2023, en Argentina, triunfó el candidato ultra liberal y anarco-capitalista Javier Milei. Y en Paraguay y Ecuador los triunfos de Santiago Peña y Daniel Noboa sumaron nuevos gobiernos de derecha y centro derecha. Tres de las cuatro elecciones del año pasado se movieron en esta dirección. La única excepción fue el triunfo de Bernardo Arévalo en Guatemala. Para el analista, el resultado de estas últimas elecciones y las que tendrán lugar durante este año, dejarán a fines del 2024 un mapa político más diversificado, más heterogéneo, sin la prevalencia de olas rosas progresistas ni de olas azules conservadoras.
Otras tendencias
Además del voto castigo, que trae como consecuencia ciclos políticos más cortos que en el pasado y mayor alternancia, el ex director regional de IDEA Internacional para América Latina, señaló que otra tendencia latinoamericana muy marcada es la necesidad de ir a una segunda vuelta para elegir a los presidentes en aquellos países que tienen regulado el balotaje (en 12 de los 18 países latinoamericanos). En todos estos países que contemplan la segunda vuelta, en las elecciones celebradas entre 2021 y 2023, fue necesario disputar un balotaje para elegir al mandatario. Y en algunos casos -Lasso en Ecuador, Boric en Chile, Chaves en Costa Rica, Arévalo en Guatemala, Noboa en Ecuador y Milei en Argentina- tuvo lugar el fenómeno de la reversión de resultado: es decir, que el candidato que ocupó el segundo lugar en la primera vuelta luego ganó en balotaje. Esta tendencia suele producir un resultado no deseado: que la mayoría de estos presidentes no tengan mayoría propia en el Congreso (gobierno dividido) y por lo tanto sus agendas de reformas enfrentan serios obstáculos para ser aprobadas y la gobernabilidad se vuelve muy compleja.
Zovatto destaca en su análisis una tercera tendencia regional: frente al descrédito de los partidos tradicionales la irrupción de lo que llama “candidatos PAPA”, es decir candidatos personalistas, con un discurso “antipolítica” y “antielite”, populistas y, en algunos casos, con rasgos autoritarios. Ejemplo de estos liderazgos serían, entre otros, Bukele, López Obrador, Bolsonaro y Milei.
Y como cuarta tendencia, muy peligrosa para las democracias, mencionó los altos niveles de desinformación debido al mal uso de las redes sociales y de la inteligencia artificial que divide a las sociedades en bloques irreconocibles, lo que en Argentina es llamado la “grieta”.
¿Y Panamá?
En cuanto a Panamá, Zovatto señaló que observa una situación preocupante. Por un lado, una “democracia estancada” que ha venido debilitándose durante los últimos años de acuerdo a los índices que miden la calidad de la democracia y las encuestas sobre cultura política, con alta opacidad y baja transparencia, de acuerdo a los datos de Transparencia Internacional. Y, por el otro, una democracia que viene acumulando una lista muy amplia de desafíos y problemas que pondrán presión sobre el nuevo gobierno. “A ello se agrega un proceso electoral inédito y de alta complejidad; uno de los más complejo que he visto en mis 40 años de vida profesional”, dijo.
“El próximo presidente, no podrá sacar adelante a Panamá por sí solo. Va a requerir de mucho diálogo, de una convocatoria amplia, inclusiva, plural y multisectorial para saber escuchar y generar los consensos que permitan dar respuesta a desafíos mayúsculos”, aportó.
Y acto seguido hizo mención de varios de estos desafíos, entre ellos: la desaceleración del crecimiento económico en 2024 a un 2 o 2.5%; las consecuencias económicas del cierre de la mina; la escasez hídrica que afecta al Canal; la crisis de la Caja del Seguro Social; el crecimiento a casi el doble de la deuda externa, el gasto público descontrolado; la disminución de los flujos de inversión extranjera y la pérdida del grado de inversión (Fitch).
Para el Global Fellow, la sumatoria de estos retos constituye un “campanazo de alerta” que por un lado advierte acerca de la situación desafiante y compleja que heredará el próximo presidente y, por el otro, aconseja una doble mirada, con un ojo puesto en el desarrollo del proceso electoral y el otro en la gobernabilidad. Consideró que si el nuevo gobierno no logra atender esta agenda de problemas concretos de la ciudadanía se podría abrir las puertas para que en Panamá irrumpa un líder con rasgos similares a los de Bukele.
“En mi opinión, el ejemplo más riesgoso que actualmente tenemos para las democracias de la región es la “bukelización” de la política; una propuesta seductora, pero al mismo tiempo peligrosa. “Ningún país, Panamá incluido, está vacunado contra este nuevo tipo de autoritarismo”, advirtió.
Al final de la entrevista, Zovatto señaló que así como en crisis anteriores el país mostró un alto nivel de resiliencia, de determinación y de capacidad de superación, confía que en esta oportunidad, mediante el diálogo y la construcción de acuerdos, Panamá volverá a lograrlo.