En 1999, Jorge Melguizo decidió irse de su natal Medellín rumbo a España. Quería alejar a su hijo de todo aquello que entonces caracterizaba a esa ciudad colombiana: narcotráfico, violencia, corrupción, desesperanza.
Hoy, las palabras que definen a Medellín son transformación, oportunidad, equidad, inclusión, optimismo, y Melguizo es parte del equipo de hombres y mujeres que llegaron a la alcaldía de Medellín con el propósito de cambiar la ciudad a base de educación, cultura, compromiso y honestidad. ¡Y vaya si lo hicieron!
Hace unos días, quien fuera antes de su exitosa aventura municipal activista de la sociedad civil, vino a Panamá como parte de la VI Conferencia Centroamericana de Responsabilidad Social Empresarial, para contar la historia de una milagrosa transformación que ha hecho de Medellín, en solo seis años, un modelo de inclusión, equidad y oportunidad. Y es que en su aleccionadora aventura, esos activistas convertidos en políticos decididos a enfrentarse a la corrupción y la desigualdad que produce violencia, tuvieron como socios a los empresarios de Medellín, que dejaron atrás la mera filantropía y apostaron fuertemente por la educación y la cultura.
-¿Cómo lograron ese apoyo entre los empresarios?
“Generando confianza, enfrentando la corrupción, que no es otra cosa que un impuesto contra los pobres. Dando pruebas de que el presupuesto rinde. Para nosotros era fundamental generar confianza en lo público. El alcalde Sergio Fajardo convocó a los empresarios que han tenido un papel fundamental en el desarrollo de Medellín y les dijo que los invitaba a participar de la transformación de la ciudad… que la transformación se haría con o sin ellos. Se sumaron”.
Esa generación de confianza en lo público a la que alude Melguizo, constituyó una verdadera revolución. Gracias al generoso aporte empresarial, el riguroso uso de los recursos públicos –“que son sagrados”, enfatizó– y a un muy serio proceso de “planificación sin improvisación”, en las áreas más violentas y abandonadas de Medellín empezaron a aparecer parques-bibliotecas, espacios públicos para la cultura, hermosos edificios diseñados por renombrados arquitectos que se sumaron al proyecto y que hoy albergan escuelas, teatros o centros culturales... en fin, oportunidades para quienes solo tenían la delincuencia como camino.
“Todo ladrillo que pegamos tenía que tener contenido social. Hicimos evidente que el urbanismo social con alta calidad es una herramienta para la generación de una mayor igualdad social y para la dignificación de las zonas más pobres. La mayor parte de las obras se hace en los barrios en los que el Estado no había llegado, o había llegado de manera muy precaria”, cuenta con evidente orgullo.
-¿Cómo se manejó la relación con los empresarios?
“Durante las alcaldías de Sergio Fajardo (2004-07) y Alonso Salazar (2008-11), el gobierno municipal logró la articulación con empresas y empresarios, convirtiendo las alianzas público-privadas en una de esas claves de la transformación de la ciudad, claves que están siendo analizadas por otras ciudades del país y del mundo, y que se han convertido en referencia para entidades multilaterales”.
Los ejemplos de esas alianzas público-privadas son muchos: 150 instituciones educativas oficiales de las 227 del Municipio de Medellín se han beneficiado del apoyo del sector empresarial, social y universitario. 260 profesionales de 176 empresas han destinado en promedio un total mil 400 horas mensuales en proyectos de mejoramiento de la gestión escolar y el desarrollo de competencias
¿Cómo enfrentaron el fenómeno de la violencia?
“Nos propusimos realizar una profunda intervención social para avanzar en la superación de las desigualdades, creando oportunidades a través de la educación, la cultura y con el urbanismo social. Por ejemplo, con el aporte de 16 millones del grupo empresarial más fuerte de Medellín se impulsó un centro de formación técnica y tecnológica, permitiendo aumentar de 6 mil a 15 mil sus estudiantes, todos de los sectores más pobres de la ciudad”.
Lo cierto es que, sin la tan popular “mano dura” –aunque con una efectiva presencia policial en los barrios–, Medellín redujo dramáticamente sus estadísticas de violencia.
“Hoy Medellín no es ni la ciudad más violenta del mundo, ni la ciudad más violenta de Latinoamérica, y ni siquiera es ya la ciudad más violenta de Colombia. En 2007 tuvimos la tasa de muerte violenta más baja de los últimos 30 años: 26 homicidios por cada 100,000 habitantes. Medellín pasó, entre 2004 y 2007, del miedo a la esperanza”.
El enfoque del llamado “Compromiso Ciudadano”, el movimiento independiente que llegó a la alcaldía de Medellín en 2004, fue y sigue siendo el de trabajar por crear oportunidades, inclusión y equidad. Y, muy importante, con un modelo de gestión completamente alejado del tan conocido “politiquero que cree que la política es para favores y privilegios”, explica.
-¿De dónde salieron ustedes?
“Hace 10 años unas 50 personas de diversos sectores como la academia, la sociedad civil, el empresariado, nos unimos. Y como los políticos son los que toman las decisiones, pues nos metimos a políticos. Teníamos claro que sin derrotar la corrupción, no podríamos construir un nuevo país y que el fortalecimiento institucional y la dignificación de lo público es un imperativo ético. En el año 2008, el electorado nos apoyó para la continuidad del trabajo”.
Lo miro con asombro y envidia… y como adivinando mi siguiente pregunta responde, “si en Medellín pudimos, en cualquier lugar se puede”.