Apenas 20 días después de la primera alerta roja, la empresa AES Panamá volvió a emitir ayer el estado de emergencia en el sector de Bayano, luego de que lluvias torrenciales aumentaran el nivel de la represa más allá de los 62 metros máximos.
Humberto González, director de Asuntos Corporativos de la compañía, informó durante un sobrevuelo que dos compuertas se abrieron ayer parcialmente a las 4:30 a.m., pero cuando la represa alcanzó los 62.05 metros (hacia las 7:30 a.m.), las compuertas se abrieron en su totalidad.
Hasta las 6:15 p.m. de ayer, el nivel del embalse era de 62.2 metros.
González agregó que la producción de energía eléctrica no se ha visto comprometida, y que los tres generadores de la planta están produciendo 260 megavatios de energía.
La Empresa de Transmisión Eléctrica S.A. (Etesa), por su parte, detalló que un nuevo ciclo de lluvias decembrinas caerá sobre el país, debido a un frente frío que afecta la región caribeña central, desde Costa Rica hasta Cuba.
En Panamá, el mal tiempo está afectando la región de Kuna Yala, la costa arriba de Colón y la cuenca noroeste de Bayano, produciendo lluvias y vientos de entre 27 a 45 kilómetros por hora.
El boletín de Etesa detalla que en las próximas horas podrían presentarse “ráfagas aun mayores”.
El Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), por su parte, detalló que se han producido inundaciones en varios sectores de Colón (Nombre de Dios, Viento Frío, Unión Santeña y María Chiquita); así como en varias comunidades emberá de la provincia de Darién (Bajo Chiquito y Tortuga, entre otras).
Javier Castillo, encargado de Comunicaciones del Sinaproc, dijo que se ha decretado una alerta amarilla para todo el país -que significa que los ríos se mantienen bajo vigilancia-, mientras que la alerta roja sólo se aplica para el sector de Bayano.
Mientras las organizaciones de socorro y la empresa que administra la represa de Bayano se mantienen alertas, la población de Chepo, Cañita y quienes regresaron a El Llano reviven los temores de inicios de diciembre, cuando tuvieron que evacuar sus áreas de residencia por el desbordamiento del río Bayano.
Ese “fatídico” día llovía tanto como ahora, dice Lidia Ramos, miembro de una de las pocas familias a las que el Ministerio de Salud (Minsa) les permitió regresar a su casa en el sector de El Llano.
A pesar de estar construida en un área más alta que la de sus vecinos, la vivienda de Lidia no se libró de las corrientes furiosas del río Bayano, que entró y destrozó todo lo que encontró bajo los dos metros de altura.
Casi tres semanas después, una amalgama fangosa de ropa, muebles, libros, abanicos y otros enseres reposan frente a la entrada de la casa de Lidia, quien desde el pasado domingo está con los nervios a flor de piel.
A través de las noticias, Lidia conoció que un frente frío afectaría Panamá, el mismo fenómeno atmosférico que la sacó de su casa y ahora la mantiene sin energía eléctrica y obligada a comprar comida preparada.
Lidia, por supuesto, no quiere volver a repetir la experiencia. Todavía no ha terminado de limpiar los estragos de la inundación anterior cuando podría enfrentarse a otra.
“Tomo pastillas para dormir, pero no logro conciliar el sueño. Me asomo a la ventana porque imagino que el agua ya cubrió la carretera”, relata.
Su temor aumenta porque ahora las lluvias están acompañadas de vientos fuertes, que en la oscuridad y el silencio de la noche golpean los techos desprendidos de las viviendas de sus vecinos de El Llano, un pueblo fantasma cubierto entero de lodo seco.
Su esposo, Tomás Barahona, cuenta que compró todos los materiales eléctricos que necesita para reinstalar el servicio de luz, pero luego de saber que seguirá lloviendo y que las compuertas de AES Panamá están abiertas, decidió posponer el trabajo. “Por si ocurre lo mismo”, dice.
Águeda González, a diferencia de Lidia, está más tranquila. Asegura que esta vez el agua no llegará hasta su casa, como ocurrió el pasado 8 de diciembre, y basa su seguridad en que AES Panamá “está soltando agua y lo que ocurrió en la vuelta anterior fue porque esperaron hasta el último minuto para hacerlo”.
Águeda, con 30 años de vivir en El Llano, regresó hace ocho días a su casa para limpiarla de la suciedad que había dejado el río, y junto con su familia de cinco miembros trata de retomar la rutina. “No tenemos miedo”, dice rotunda.