'La mayoría de los museos parecen cementerios. Y sin flores'



Humberto Vélez es una voz crítica en una sociedad complaciente. Hoy afila su creatividad y habla de egos, arte, cultura y política.

Panamá: ¿público exigente?

No tiene claro qué significa la exigencia. Quiere más, pero no sabe qué es más.

¿Se puede triunfar siendo crítico, hay que ser complaciente o una cosa no va contra la otra?

Ahora la mayoría de los artistas quiere agradar y ser celebridad. Como La Agrado de Almodóvar en Volver, a la gente le gusta sonreír y venderse al mejor postor. Así no se puede ser crítico.

Cada vez hay más arte… ¿Cada vez es mejor?

PERFIL

Artista y productor; estudió Derecho y Cinematografía. Ha expuesto en el Tate Modern de Londres, el Centro Pompidou de París, la Bienal de Venecia, Shanghai, La Habana, entre otras. Cofundó el proyecto de arte y educación Visiting Minds.



Lo contrario. Hay más superficialidad, como en la TV. Los artistas no quieren estudiar ni profundizar, no leen, no ven pintura ni se informan. Es como un cineasta que no ve películas y quiere hacer algo bueno: imposible.

Ahora como que todo es considerado arte…

Como si fueran zapatos. Lo que mejor te quede y lo que te combine. Y mañana tienes que comprarte otro.

¿Puedo estudiar arte aquí y salir preparada?

No. Es como en boxeo. Para foguearte tienes que salir.

Usted dice que el panameño no se ríe de sí mismo, pero somos alegres…

Pero no tenemos esa ironía con nosotros mismos. Estamos a la defensiva y negamos la realidad cuando se trata de nosotros.

INAC. ¿El problema es presupuesto o capacidad?

Interés. Ningún gobierno, aparte de los tristes gobiernos militares, contradictoriamente, se ha interesado en la cultura. Y si no hay voluntad no va a haber nada.

¿Qué dice del INAC que los artistas hayan tenido que hacer un evento para recaudar fondos para poder ir a la Bienal? Usted ha

estado en varias.

Siguen su línea histórica: nunca han dado dinero para ir a ninguna bienal. Yo dejé de tocar las puertas del INAC hace décadas. Era una pérdida de tiempo.

¿Hay rosca en el arte?

Toda la que se pueda comer hasta que la barriga te explote.

¿Más gente visita los cementerios o los museos?

La mayoría de los museos parecen cementerios. Y sin flores.

Usted ha presentado obras en el Biomuseo. ¿Hay baja asistencia ahí por el precio, el desinterés o porque hay poco que ver?

La entrada hace inalcanzable que la mayoría pueda ir. Y hay salas no acabadas.

¿Qué le dicen en Inglaterra cuando dice que es de Panamá?

No sabían de Panamá hasta los Panamá Papers. Hoy dicen sombrero Panamá, Noriega y Panamá Papers.

El panameño que más suena allá.

Roberto Durán.

El que no suena.

Rubén Blades.

¿La educación panameña sensibiliza a los niños para que les interese el arte?

Los desensibiliza.

La tierra soñada, Guachimán o Merry Britannia. ¿Cuál de esos trabajos suyos lo llena más?

Merry Britannia (flota en un mar de mentas Pascual).

Un artista panameño que admira.

Julio Zachrisson.

¿Se puede vivir del arte en Panamá?

Se puede desvivir, eso sí.

¿Se fue por eso?

Me fui en 1990, porque quería saber del arte y viajar. Y en Panamá no podía crecer. Todos ahí terminan agradando a los demás... Así no iba a poder avanzar.

¿Hay cultura aquí?

Sí, una fuerte cultura popular: lo mejor que tenemos. Cultura intelectual, pocos. Y cuando uno muere, parte de nuestra historia también: no hay reemplazos.

¿Quiénes quedan vivos así?

Alfredo Castillero, Brooke Alfaro, Carlos Fitzgerald, Adrienne Samos, Danilo Pérez, Pedro Altamiranda, Rubén Blades…

¿Cómo hacer que el panameño se interese por la cultura?

Educación por mil.

Hay plata para las iglesias, pero no para la cultura. ¿Qué opina?

Vamos a tener que poner una sacristía y velas en los museos, a ver si le dan plata.

La fórmula para democratizar el arte.

Respetar al público.

Muchos en Panamá lo condenaron por trabajar con Miss Panamá en 2013 para escoger a Miss Education. ¿Qué le enseñó ese proyecto de la sociedad?

Que la gente no se atreve a hacer cosas distintas.

Algo parecido a Panamá de cada país en los que ha vivido.

Trampa en Suiza, un poco de “creídez” en lo mediterráneo y boxeo en Inglaterra.

¿Qué sigue teniendo Panamá mejor?

A pesar de todo, todavía somos algo ingenuos.

Palabras con las que reconoce a un panameño en cualquier lado del mundo.

Ayala ver…, awe… y dizque.

En cada país en el que ha vivido ha desarrollado una rama. ¿El que abarca mucho no aprieta poco?

No, hay que tomar las oportunidades y para eso salí de Panamá.

En marzo presentó una obra sobre gallos de pelea. ¿Por qué los toros no y los gallos sí?

No soy amante de los gallos, pero siento fascinante la ceremonia, porque se relaciona con sangre y erotismo.

En 2002, Eudoro Silvera dijo que a usted le dieron el tercer lugar de la bienal de Panamá solo por lo novedoso, pero que no sabría distinguir entre ‘reggae y una sinfonía de Beethoven’. ¿Siempre piensan así ‘los de siempre’?

Eso es tan pasé que me da risa. El tiempo es el mejor juez para arte, política, todo.

Alfredo Sinclair también criticó a los curadores por ‘confundir al público’ poniendo a competir géneros tan distintos…

En Panamá no nos habíamos puesto al día.

Ya que habló de política, su opinión del gobierno.

Muy suntuosa capilla donde no todos pueden rezar.

Y del pasado gobierno.

Un supermercado de corrupción.

Un mensaje para el ministro de Turismo.

Que nos tomen en serio. Somos más que rascacielos y casinos.

Para la directora del INAC.

Que consiga dinero. Si no, no va a poder trabajar.

¿Qué lo hizo dejar de ser abogado?

Me aburrí de la formalidad.

Su arte, dice usted, se refiere a los problemas de las relaciones humanas y de la justicia. El mayor problema de las relaciones humanas.

No escucharnos.

¿Existe la justicia en Panamá?

A veces.

¿Qué no ha cambiado en Panamá desde que usted se fue?

El desinterés en terminar bien las cosas.

No se va de Panamá sin comer…

Mamallena, mafá, galletas de limón Pascual y platanitos.

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