Dos mentes para una meta personal

Dos mentes para una meta personal


Para 2008, Julio Arias cursaba el undécimo grado en el colegio Brader y se destacaba como el primero de su clase. Pero “no sabía en qué enfocarme, no sabía decir ‘no’ y no sabía escoger bien cuáles eran mis mejores posibilidades”, dice. Por eso, ese mismo año, cuando en su colegio apareció la figura de un coach, “me fue interesando el tema de [personal] coaching”.

Para él, un coaching o entrenador personal te ayuda a “plantearte metas de qué quieres ser a corto, mediano y largo plazo”. Dice que le gusta el mecanismo porque “no te dicen qué hacer, sino que por medio de preguntas te vas dando cuenta de qué es lo que tú quieres”.

“Al principio nos reuníamos cada semana, en la escuela, [luego] en su casa, ahora es en mi casa”, explica Arias, quien ya tiene casi un año y medio de asistir a este tipo de sesiones.

El joven de 18 años, quien se graduó de secundaria en diciembre pasado, indica que ya tiene definido su proyecto de vida para los próximos años.

Actualmente toma clases de francés. En septiembre entrará al Huntsman Program de la Universidad de Pennsylvania, de donde debe salir con dos títulos académicos –economía y estudios internacionales– en cuatro años. La siguiente meta es estudiar derecho.

Julio Arias dice que “era muy bueno en las cosas intelectuales, pero Berardo [Grisolía, su coach] me enseñó que hay diferentes tipos de inteligencia”. Eso le ha permitido –expresa– desarrollar su personalidad en diferentes aspectos.

Un coach o entrenador personal no es un terapeuta, no es un psicólogo, sostiene la panameña Laura Arosemena, miembro de la Asociación Internacional de Coaches (AIC). Ella lo define como quien “acompaña a la persona a lograr sus metas”.

Para Ethel Solís, de 30 años, tener un coaching personal también significó un cambio positivo en su vida.

Hace ocho años, mientras estudiaba la licenciatura en fisioterapia, empezó a trabajar como asistente de laboratorio en una escuela primaria. Acabó sus estudios de licenciatura, asimismo estudió cosmetología y estética porque ese es el área laboral que le gustaba –cuenta– mas seguía trabajando de asistente de laboratorio en la escuela primaria.

Dice que haber adquirido una deuda hipotecaria era su excusa perfecta para no buscar otro trabajo en el área de la cosmetología, pues temía perder la estabilidad económica que le ofrecía su trabajo como docente, lo que “me hacía sentir estancada y frustrada”.

Cuenta que fue un amigo, que estaba estudiando para certificarse como coach, quien le explicó que esta disciplina la podía ayudar. “Cuando empecé con las sesiones de coaching me di cuenta de que no estaba haciendo lo que me gustaba. Me ayudó a organizarme, a tomar decisiones, a no solo pensar en voz alta, sino a ponerme metas con fechas realistas”.

Según Solís, el paso más significativo que dio con la ayuda de su coach personal fue cambiar de trabajo. Actualmente labora en una clínica dermoestética. “Ya no trabajo de 7:00 a.m. a 12:00 de mediodía, ahora trabajo un poco más (de 9:00 a.m. a 6:00 p.m.) y los sábados. Tengo cansancio físico, pero estoy más contenta”.

“En el coaching personal cada experiencia es única, porque cada persona es un ser único”, dice Laura Arosemena, coach certificada y socia fundadora y directora de la empresa Novità.

Pone como ejemplo que montar una empresa es la meta de muchas personas, pero las razones por las cuales las personas no lo hacen son ilimitadas, argumenta Arosemena. Por eso no puede señalar que haya factores obstaculizantes comunes y recurrentes entre sus clientes, sino características generales que los hacen agruparlos en cuatro grupos: “Hay personas que quieren algo distinto, que sienten que pueden lograr más de lo que están haciendo; hay otro grupo de personas que sabe lo que quiere, pero no tiene idea de cómo empezar; hay personas que saben lo que quieren, saben cómo hacerlo, pero no emprenden la acción; y hay un cuarto grupo de personas que sabe lo que quiere, sabe cómo lograrlo, ha hecho cosas pero no ha obtenido resultados”.

Esta nueva filosofía, resulta costosa. En Panamá, una única sesión de 60 minutos oscila entre 100 y 150 dólares.

Teniendo en cuenta que el número de sesiones depende de la meta propuesta, puede durar meses o años. Por lo general, se vende por paquete y no por sesión. Las reuniones se hacen en la casa, la oficina o en un café.

Y ¿quién está capacitado?

El coaching empresarial empezó en la década de 1980, usando los conceptos del coach deportivo. A partir de este se han ideado diversos tipos de coaching, como el personal, impulsado principalmente por el desaparecido Thomas J. Leonard. En Panamá hay diferentes compañías que ofrecen la certificación como coaching personal, después de haber tomado un curso de cuatro días o de cuatro meses.

No hay requisitos de títulos académicos para matricularse en estos seminarios y convertirse en asesor de otras personas, recibiendo un pago por este servicio. “Es valioso tener a una persona que te ayude a planificar y a seguir tus metas; es una disciplina válida mientras [los coach] sepan y respeten sus límites”, dice el doctor en psicología clínica José Hurtado, a quien le preocupa que sepan “identificar situaciones en que la persona requiere ayuda especializada, de tipo clínico, que puedan subyacer en su falta de motivación”.

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