La leyenda dice que los primeros registros de la represión sexual en el continente americano sucedieron en Panamá. Los españoles atacaban a los indígenas "amanerados" como si fueran una plaga más de la selva.
Aunque parezca mentira, esta salvajada, tan imperial y católica, ha logrado perdurar en el tiempo y con ciertos matices; hasta logró encontrar su propio espacio en la legislación panameña.
La ley
Sí, ser gay en Panamá es un delito que está penado por la ley. Por ejemplo, si un policía ve a una pareja gay caminando de la mano o dándose un beso por la calle, tiene la potestad de llevarla detenida. Y al final, solo por su elección sexual, podrían pasar hasta tres años en prisión. El Decreto Número 149 de 20 de mayo de 1949 del Ministerio de Trabajo y Salud Pública dicta medidas de moralidad y se condena la sodomía, la prostitución y "otros vicios de degeneración sexual no especificados" que pueden ser penados con una condena de uno a seis meses de arresto o multa de 25 dólares a 250 dólares.
Un funcionario de la Policía Nacional lo explica así: "Nosotros creemos que algo es inmoral cuando no permitiríamos que nuestros hijos lo vean. En casos de homosexualidad intervenimos por eso: es inmoral y la ley explica que se debe hacer", señala el policía que trabaja en la zona de Bella Vista donde hay varias discotecas gay.
Es más, si se analiza el reglamento de disciplina de la Policía Nacional, también pueden encontrarse perlitas que revelan la profundidad de la intolerancia. En ese reglamente, "practicar el lesbianismo o el homosexualismo" será considerada una falta gravísima.
El futuro
Es extraño: mientras en el mundo occidental las organizaciones defensoras de las minorías luchan por imponer una legislación que permita el matrimonio entre homosexuales o incluso la adopción, en Panamá la lucha se enfoca en que no terminen presos. "Exigimos que haya derechos iguales para todas y todos, algo central en la democracia", explica Ángela Figueroa, una militante que lucha por la tolerancia sexual.
Por lo pronto, lo cierto es que en Panamá los homosexuales son casi fantasmas, espectros sin rostro que solo se vislumbran en las parodias televisivas. Las cosas, parece, pueden cambiar.
(Vea El anteproyecto que quiere cambiar las cosas)