Desde hace casi un año, la maestra Vielka Ortega está pendiente de que 30 estudiantes de la escuela Victoriano Chacón, en Puerto Caimito de La Chorrera, no abandonen las aulas para lanzarse el mar.
Y es que, hasta septiembre de 2008, estos estudiantes se dedicaban a la pesca o a sacar almejas para la comercialización, una actividad considerada entre las peores formas de trabajo infantil.
La realidad que vivieron esos niños la afrontan muchos otros menores de 17 años. La encuesta sobre trabajo infantil (2008) de la Contraloría General de la República –dada a conocer la semana pasada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT)– reveló que 87 mil 676 niños y jóvenes forman parte de la masa laboral del país. En 2000, había 47 mil 976 menores trabajadores.
Los datos de la encuesta permiten aseverar que en los últimos ocho años el trabajo infantil registró un aumento del 87%, cifra que contrasta con los índices de crecimiento que registró el país en el pasado quinquenio: 7.5% en 2004, 7.2% en 2005, 8.7% en 2006, 11.5% en 2007 y 9.2% en 2008.
Los números del trabajo infantil esconden historias de adultos en cuerpos de niños. Dos de ellas –de un niño de 13 años y una niña de 11– fueron narradas a este diario el pasado 12 de agosto. Los menores, estudiantes de la escuela Victoriano Chacón, son tutelados por la maestra Vielka Ortega, coordinadora en ese centro escolar del programa Erradicación del Trabajo Infantil de la Fundación para el Desarrollo Sostenible de Panamá.
“En ocasiones me lanzaba al mar hasta por tres días, en el que es igual que llueva o que haga sol, como también que sea de día o de noche. A cualquier hora debía estar preparado para lanzar la cuerda o recoger el trasmallo”, relató el niño.
Dijo que la jornada le representaba hasta 20 dólares, los cuales, agregó, utilizaba para comprar sus cosas personales y de la escuela.
Su compañera, de 11 años, se dedicaba a buscar almejas. “Salía de la casa en la mañana y regresaba al mediodía”. Eran de cuatro a cinco horas entre arena o lodo para ganarse tres dólares.
El 54.3% de los menores trabajadores labora, en promedio, 25 horas semanales, de acuerdo con la encuesta de la Contraloría.
Para la maestra Ortega el problema se agrava porque existe una población que considera que el trabajo que hacen estos menores está bien o es normal.
El mar no es el único lugar al que van los menores en busca de algo de dinero. En los semáforos de la ciudad capital hay adolescentes que sortean los autos para ofrecer mercancías, otra actividad clasificada como una de las peores formas de trabajo infantil.
Briseida Barrantes, coordinadora nacional de la OIT, opina que entre vender cosas en los semáforos y la explotación comercial no hay mucha diferencia, pero alegó, a favor de Panamá, que tiene un buen marco jurídico para erradicar el trabajo infantil: “solo se debe aplicar”.
El 5 de noviembre de 2005, en Argentina, se realizó la Cumbre de Las Américas, en la que los gobernantes iberoamericanos se comprometieron a invertir en la erradicación del trabajo infantil. La meta es que en 2020 no haya menores trabajadores.
Para Barrantes no es posible que en un país con 3 millones de habitantes, haya 87 mil 676 menores laborando.