El exministro de la Presidencia, Demetrio Jimmy Papadimitriu, admitió que por muchos años se dedicó a hacer campañas sucias para destruir la vida de muchas familias alrededor del mundo. Contó que se arrepiente, pero a la vez lanzó una advertencia: si le toca “desempolvar esa bolsa de trucos” lo hará.
Papadimitriu, quien fungió como ministro de la Presidencia entre julio de 2009 y julio de 2012, en el gobierno de Ricardo Martinelli, hizo la confesión en un mensaje que publicó en Twitter, este lunes 25 de septiembre a las 9:06 a.m. Sin embargo, después lo borró y redactó otro para responder a la periodista Sabrina Bacal, quien se refirió al tema en la misma red social. “Vi algo que no me gustó y reaccioné sin pensar. Yo creo en la libertad de expresión pero no me gusta cuando se meten con la familia de nadie”, escribió.
El exministro, uno de los 36 imputados por el caso Odebrecht, estaría trabajando en la campaña política de Martinelli, quien pretende regresar al Palacio de Las Garzas con las elecciones de mayo de 2024, postulado por su partido Realizando Metas y Alianza, colectivo del exdiputado José Muñoz Molina.
El pasado domingo, día en el que Martinelli anunció que su esposa Marta Linares será su compañera de fórmula, Papadimitriu estaba en el acto y se sentó en una mesa ubicada en primera fila. Aplaudía efusivamente.
El consultor político fue el jefe de campaña de Martinelli para las elecciones de 2009. Antes de que Martinelli se aliara con Juan Carlos Varela para conformar la nómina presidencial que los llevó al poder, Papadimitriu fue el artífice de la campaña “los huesos viejos” contra Varela. Esa estrategia mostró a Varela como un político de cara fresca y huesos viejos y además se encargó de recordar que estaba respaldado por políticos tradicionales señalados en escándalos.
En julio de 2011, un año antes de renunciar al gobierno de Martinelli, en una entrevista que dio a La Prensa, aseguró que en el gabinete le decían “el griego maquiavélico”. En ese momento contó que las relaciones con algunos de sus colegas ministros eran tensas. “Algunos piensan que yo influyo en el Panamá América, y en lo que sale a allí porque yo conozco a Santiago Fascetto [director asociado]. Creo que eso ha causado un distanciamiento entre los ministros y mi persona. Me ha sido bien difícil tratar de convencerlos de que yo no tengo absolutamente nada que ver con eso (...)”, narró.
Eran tiempos en los que se le llegó a considerar un superministro. En el Palacio de las Garzas no pasaba nada sin que tuviera su visto bueno, y él mismo se encargó de pregonarlo. “Todo aquel que quiera que se haga algo, verá quién tiene el poder y a dónde tiene que venir”, le contó una vez a Barbara Stephenson, exembajadora de Estados Unidos en Panamá, sin imaginar que esta confidencia quedaría al desnudo con la filtración de Wikileaks.
Personas que trabajaron a su lado contaron a este medio que mientras gobernaban mantenían activa la estrategia que les fue efectiva en la campaña, casi con los mismos actores. En esa maniobra Salomón Salo Shamah, entonces administrador de la Autoridad de Turismo de Panamá, tenía un rol relevante.
Shamah, supuestamente, era uno de los que organizó un call center para atacar a medios de comunicación, periodistas y críticos del gobierno de Martinelli.
Sin embargo, así como acumulaba poder, Papadimitriu empezó a amontonar escándalos. Logró que se titularan a nombre de su familia 54 hectáreas en Juan Hombrón, una paradisiaca playa en el Pacífico. La presión ciudadana hizo que las tierras volvieran al Estado. También lideró el proyecto que implicó la compra de comida deshidratada ($60 millones) para los niños de escuelas pobres del país, caso que fue investigado por el Ministerio Público.
Para las elecciones de 2014, cuando Varela ganó la Presidencia de la República, Papadimitriu aseguró en televisión que había colaborado en esa campaña. Lo contó como quien saborea la venganza. Después de todo, la campaña de José Domingo Mimito Arias, el candidato presidencial de Martinelli, lo ignoró, y en cambio, buscó a una estrella del marketing político: el brasileño Joao Santana. Además de las consultorías políticas, Papadimitriu y Santana comparten otro asunto más escabroso: ambos terminaron envueltos en el caso Odebrecht.
¿Fiscalía Electoral?
La confesión de Papadimitriu ya empezó a dominar la conversación pública. Lina Vega, presidenta de la Fundación para el desarrollo de la libertad ciudadana, capítulo panameño de Transparencia Internacional, en Twitter, manifestó que el tema “debería provocar alguna reacción institucional” y mencionó a la Fiscalía General Electoral.
Confesar q se ha dedicado a destruir familias x todo el planeta con campañas políticas sucias y advertir q está dispuesto a volverlo hacer, debería provocar alguna reacción institucional (@fgelectoral ) o de su guía espiritual (tendrá?). Lo q nos espera!
— Lina (@LinaVegaAbad) September 25, 2023
El mensaje del exministro se publicó después de un fin de semana de efervescencia política: Martinelli designó a su esposa como candidata a la vicepresidencia, el Partido Panameñista ratificó la nómina presidencial Rómulo Roux-José Blandón, mientras que los candidatos Martín Torrijos, del Partido Popular; y José Gabriel Carrizo, del oficialista Partido Revolucionario Democrático, se mostraron en Guararé, provincia Los Santos, durante el Festival de La Mejorana.
Septiembre está marcado en el calendario electoral como el mes de las alianzas. Por estos días, los partidos políticos definen la oferta electoral que presentarán en el 2024 mientras que los independientes también definen sus estrategias de campaña.
En agosto pasado, durante una convención de asesores políticos denominada The Art of War, que se desarrolló en la capital, Roy Campos, presidente de la consultora Mitofsky, aseguró que de aquí a mayo de 2024, se podrían esperar campañas de polarización con violencia verbal, problemas para buscar votos en territorios controlados por el crimen, encuestas falsas, debates de los debates, campaña (en medios de comunicación y redes sociales) construyendo o destruyendo narrativas y violencia política.