Luego de anotar un gol en la victoria de su equipo, El Chorrillo, sobre el Tauro en una de las semifinales de la Liga Panameña de Fútbol, el delantero Javier De La Rosa fue abatido a tiros a la salida de la cancha de la escuela Artes y Oficios.
Este lamentable hecho volvió a poner en la palestra la falta de seguridad que hay en los estadios deportivos nacionales.
Si bien la manera en que se suscitó la muerte del ariete invita a pensar que no fue un caso fortuito, para Juan Hernández, uno de los fanáticos del Tauro que había acudido ese día a la cancha, el asesinato prueba que no se cumplen las medidas adecuadas de seguridad.
“Una bala perdida, y hubiesen muerto dos personas ese día”, dijo Hernández.
Luego de asesinar a De La Rosa, el malhechor desapareció, sin mayor inconveniente, de la escena.
Y es que los agentes de la Policía Nacional que se encontraban en el lugar se retiraron apenas finalizó el compromiso, que era lo pactado en el contrato firmado con Producciones Deportivas Nacionales (Prodena) para la custodia del evento.