Lágrimas, sonrisas, consignas, pañuelos blancos, pito y paila. Recuerdos, anécdotas y lecciones. Una multitud agradecida y una clase política cabizbaja. La despedida del ex presidente Guillermo Endara Galimany, bajo una pertinaz lluvia, fue un revoltijo de emociones encontradas.
Personas de todas las edades se apostaron a pocos pasos de la Catedral desde antes de que empezara el funeral. Desde allí observaban el desfile de políticos asediados por los periodistas, a las mujeres entaconadas vestidas de negro, y a funcionarios y familiares del ex presidente que buscaban el mejor lugar para ver los honores de despedida de un Presidente que marcó la historia de Panamá.
Algunos viajaron desde lejos, otros solo caminaron unas cuantas calles. Pero a todos los movió el mismo impulso: darle las gracias al hombre que, dijeron, le devolvió la democracia al país. “Tengo en mi memoria el día en que le dieron el varillazo, yo estaba en Santa Ana ese día; casi lo matan por darnos la democracia”, dijo Luis Alberto Palacio, quien caminó desde Patio Pinel hasta el Casco Antiguo para saludar por última vez a Endara.
“Vengo desde Chiriquí a despedir al mejor”, afirmó Celestino Rodríguez.
El melancólico sonido de un clarín marcó el final de la ceremonia. Sonó el himno nacional, la marcha Panamá, y los pañuelos blancos parecían volar por el aire. El féretro salió a la calle y un puñado de ancianas vestidas de blanco, lloraba.
Salió el presidente, Ricardo Martinelli, sosteniendo el brazo de la viuda Ana Mae, y a la gente eso le gustó. “Ojalá se le pegue lo de Endara”, dijo un hombre que dijo ser arnulfista de toda la vida.
Empezaba la caravana del adiós.
VEA La despedida y el legado de Guillermo Endara G.