Entre rascacielos y ‘diablos rojos’

Entre rascacielos y ‘diablos rojos’


A la ciudad de Panamá le ha cambiado el rostro por completo en los últimos 10 años. Y no es solo un asunto de rascacielos, sino también de vida metropolitana.

“Yo viví aquí en 1998 y me tocó volver el año pasado, y por eso estoy tan impresionado con los cambios”, narra Roberto Fernández, un empresario venezolano que atribuye la metamorfosis de esta urbe principalmente al auge inmobiliario, las grandes inversiones extranjeras, el desarrollo del turismo, y las fuertes olas migratorias que ha recibido el país.

Hace apenas una década, no existían los centros comerciales Multicentro, Multiplaza y Albrook Mall. Lo más cercano a los mall de hoy eran El Dorado y Los Pueblos.

Hace apenas una década, la mejor sala de cine de la ciudad era Alhambra de Vía España. Ahora las multisalas y locales VIP de al menos cuatro grupos empresariales se disputan ese reinado.

Hace apenas una década, la oferta gastronómica era pobre y los restaurantes de alta gastronomía podían contarse con los dedos de una mano. Actualmente el número, la amplia gama y la calidad de los establecimientos abiertos, bien puede compararse con la de otras capitales latinoamericanas.

Hace apenas una década, no había Festival de Jazz ni desfilaban por los museos panameños esculturas de Rodin, piezas de Botero y grabados de Rembrandt. En los últimos años hemos visto eso y más: ha aumentado la frecuencia de los espectáculos de talla mundial en los principales teatros, ha crecido el número de galerías de arte y academias de música, y los centros de espectáculos alternativos, tipo Casona y Diablo Rosso, ya no tienen vidas efímeras.

Hace apenas 13 años no había celulares en Panamá. Hoy hay más teléfonos móviles activos que habitantes en el país, según los reportes oficiales.

Sin embargo, esta nueva ciudad de edificios altos y una cinta costera de 189 millones de dólares contrasta con los “diablos rojos” que dominan el servicio de transporte público; y con los barrios de Boca la Caja, Curundú, El Chorrillo y Santa Ana, que pese a ser vecinos de grandes megaproyectos han permanecido al margen del desarrollo inmobiliario.

“Esta no es una ciudad democrática”, afirma el arquitecto Álvaro González Clare

LAS MÁS LEÍDAS