Canasta básica: $280. Energía, agua y teléfono. Alimento para las mascotas, tarjetas para el celular, transporte público, medicinas. La vida de Irma López*, educadora de 60 años, se resume en tres palabras iguales: gastos, gastos, gastos. No tiene lujos, siempre ha vivido con lo justo, pero desde que el precio de los combustibles empezó a elevarse, su salario de maestra ya no le alcanza.
Ayer jueves 14 de julio cantaba coros contra el gobierno de Laurentino Cortizo, frente a la Iglesia del Carmen, en la vía España, el bastión de la lucha de la Asociación de Profesores de la República de Panamá (Asoprof) desde hace dos semanas. Irma tiene más de tres décadas como educadora y cada día pone el cuerpo y la mente en eso desde el Instituto José Dolores Moscote. Cuando regresa a la casa a seguir trabajando, ya no sabe cómo hacer malabares para que el sueldo alcance. Por eso, dice, como las cerca de 500 personas que la rodeaban, que seguirá con pancartas y cantos hasta que el presidente busque “una real solución” al costo de la vida.
Ese es uno de los reclamos que más suenan en las manifestaciones que, por más de diez días, toman las calles, rutas y plazas del país: ya nada alcanza para dar de comer, educar y cuidar hijos. Hasta mayo pasado, el costo promedio de la canasta básica en Panamá era de $280.71, $13.93 más que en mayo de 2021. Es la mitad de un sueldo mínimo por un paquete de 59 alimentos para una familia, en promedio, de 3.48 miembros.
Pero ese no es el único reclamo que resuena como grito desesperado por la ciudad, aunque es permanente. Irma también habla de la inseguridad, la violencia, el nepotismo, los salarios elevados de los políticos, las planillas llenas de botellas. “Ellos viviendo con nuestra plata y al pueblo lo quieren poner a comer codito, tuna, salchicha, mortadela”, asegura en referencia a los nuevos productos a los que se le congelará el precio a partir de hoy 15 de julio, una de las medidas del plan que puso en marcha Cortizo para contener los ánimos de una población que reaccionó con más enojo.
“Nos sentimos burlados”, dice María Jiménez*, otra maestra que también ha estado protestando en la calle desde hace dos semanas. María es de Santiago, provincia de Veraguas, pero labora en la capital. El domingo pasado, cuando fue a hacer la compra minúscula de la quincena, tuvo que dejar afuera eso que antes era cotidiano: arroz, legumbres, carne. El lujo se lo permitió con un queso blanco. Igual, dice, gastó $57. Antes por lo mismo, pagaba $40.
Muchas de las personas que llegaron ayer al símbolo de resistencia, que es la Iglesia del Carmen, contaban cosas parecidas. “Todo es caro y los políticos corruptos roban con descaro”, dijo otra maestra que promete insistir. Y otra más: “Vamos a unir fuerzas, luchar en las calles para que nos escuchen”.
A María, una estudiante que se unió a sus profesores, la indignación le entró al ver la sordera de los gobernantes en pandemia: “Mis padres se quedaron sin trabajo en la pandemia y los políticos como si nada. Cuando estábamos saliendo a flote, llegó lo del combustible. Estamos mal, todo mal”. La indiferencia de un gobierno que sienten indolente, el precio por vivir que trepa al nivel de la deuda pública, igual que el combustible, que los medicamentos, que el despilfarro de los fondos públicos... Es una queja repetida como un mantra por las calles de Panamá.
Las trincheras
Ayer fue el decimosegundo día de manifestaciones, de cortes de calles, para hacer escuchar ese hartazgo, mostrar la indignación que ya estaba, pero nadie parecía querer ver. En la capital, profesores, obreros, estudiantes y trabajadores salieron por la vía España, la vía Transístmica (frente a la Universidad de Panamá) y la plaza 5 de Mayo. En el resto de las calles, el tráfico era fluido, pero se percibía la tensión de un cable a punto de desprenderse.
En el interior del país, lo mismo: Santiago, la ciudad de la resistencia, donde empezó todo, estaba casi paralizada. En la península de Azuero (Herrera y Los Santos), los cierres de vías fueron la tónica. La Asociación Nacional de Ganaderos regaló la leche en pueblos del área, pues las empresas lácteas no han podido vender sus productos. La vía Interamericana seguía cerrada en Coclé y Chame, provincia de Panamá Oeste.
La marcha
En la ciudad capital, los profesores aglutinados en la Asoprof, como lo han hecho en los últimos días, marcharon desde la Iglesia del Carmen hasta la plaza 5 de Mayo, gritando sus consignas contra el gobierno. Pero antes de que dejaran la vía España, a las 12: 30 del mediodía, recibieron a otros compañeros más: el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción (Suntracs), la Confederación Nacional de Unidad Sindical Independiente (Conusi), la Asociación de Médicos, Odontólogos y Afines de la Caja de Seguro Social (Amoacss) y universitarios, entre otros. Una unión de fuerzas que ahora se llama la Alianza del Pueblo Unido por la Vida.
La nueva alianza, parida por una de las crisis más profundas de la democracia contemporánea, acordó no participar del diálogo convocado por Cortizo el día anterior, miércoles 13 de julio. Dijeron que la convocatoria no es “sincera”, tiene precondiciones y se hizo como un manotazo para calmar unos ánimos ya muy avivados como para dejarse convencer con más palabras en mesas. Quieren participar de las soluciones y acordar la metodología, los temas a discutir y el mediador, antes de sentarse.
‘Deja el cuentito’
“Nito, deja el cuentito”, cantaban ayer mientras caminaban hacia la 5 de Mayo, al son del tamborito, bailando bajo un sol de verano, un cielo azul y alzando las manos en la brisa carnavalera. Cuando pasaban por Calidonia, la gente los saludaba desde portones y balcones. Algunos los animaban. “Esta lucha va hasta el final”, gritó un hombre desde una esquina cerca de la iglesia de Don Bosco. Hubo sintonía popular hasta entre funcionarias del Ministerio Público que, cuando la manifestación avanzaba frente a la sede, repetían los coros animadas. “¡Sigan, sigan! Estamos de acuerdo con todo lo que piden, no nos podemos unir porque estamos en el sistema, pero sigan”, dijeron.
La Policía Nacional (PN) fue una presencia menos empática. Escoltó todo el trayecto y fue a las calles aledañas. Son entre 2 mil y 8 mil policías por turnos de 8 horas para vigilar cada una de las manifestaciones, armando escudos humanos para impedir el paso, tirando gases lacrimógenos o llevando detenidos.
En la plaza 5 de Mayo
Cuando la columna de maestros, sindicatos y asociaciones nucleadas en la alianza llegó a la plaza 5 de Mayo, a la 1:30 p.m., los esperaban centenares de personas más, la mayoría educadores. Son 18 agrupaciones de educadores de todo el país en huelga, según Diógenes Sánchez, de Asoprof. Aunque no todos los manifestantes pertenecían a alguna organización.
Ana Bernal, por ejemplo, llegó a la 5 de Mayo porque vio las noticias y quiso unirse. Es estudiante de ingeniería industrial en la Universidad Tecnológica. “El alto costo de la vida, aunque sea algo mundial, nos está afectando, pero lo peor es que aquí no hacen ningún esfuerzo por solucionarlo. Tampoco hacen nada para frenar la corrupción”, declaró. Y dijo algo más, que la alegra: “Nunca se había visto una protesta así, con tanta gente y en todo el país”.
El Macallan y la llama
Eran las 2:00 de la tarde y estaba a pocos pasos del edificio de la Asamblea Nacional, la entidad que maneja $135 millones de presupuesto, planillas secretas y contratos a la carta, y tiene diputados que se reparten los puestos en ministerios y festejan con whisky caro, de $400 dólares la botella. Esa fue la llama que incendió todo.
“Así le decía Crispiano a Bolota, pásame el Macallan que el pueblo no lo nota”, dice uno de los versos más taquilleros que suenan en las protestas. Y como buen hit, la gente en las calles lo pide, una y otro vez, y ellos cantan a todo pulmón, con tamborito. Nada más emblemático que un tamborito. Pero la playlist de los maestros es diversa. Dixon Bosques, profesor de Bellas Artes, es uno de los compositores. La inspiración le llega cuando se desplaza en el metro, desde Tocumen, donde vive, hasta el área bancaria de la ciudad. Entonces mira videos de canciones, piensa en Panamá, en Cortizo, en los ministros, en los huecos de las calles y en su mente empiezan a saltar los versos. Así fue como le salió otra de las más taquilleras: “Nito... deja el cuentito”, que tomó prestada el ritmo del famoso merengue Mami, dame el…
Luz Quintero, la cantalante, explica la canción: “habla de la Asamblea, de cómo el país ha sido engañado con las promesas que se hicieron cuando se iban a postular para ser gobernantes, promesas como la educación es la estrella, y los colegios están completamente abandonados y no hay respuesta. Entonces, le pusimos estas letras para contarlo con nuestro tamborito”, narra.
La playlist de los maestros, por el momento, está destinada a crecer. Seguirán en las calles. Lo dicen los hechos. Desde la Ciudad del Saber, el presidente Cortizo lanzó un discurso cargado de dardos contra los manifestantes. “Soy tolerante, pero sé hasta donde llegar... Nosotros los panameños no podemos hacernos daño a nosotros mismos”. Dijo que algunos grupos están infiltrados por políticos. “Yo soy el presidente de este país, recibo mucha información”. Se trataba de la jornada de la apertura a un diálogo para buscarle salida a la crisis, pero los movimientos más beligerantes, los mismos del tamborito, los obreros, los indígenas, los trabajadores, esos no fueron.
(*) El nombre se cambió, a petición de la fuente.