Fernando Correa es un hombre de muchas palabras y pocas sorpresas. Tras su meteórico paso por Debate Abierto, dice que a su tía Mayín Correa solo lo une el apellido y admite sin empacho que su puesto en la Caja de Ahorros se debe a su amistad con el presidente de esa entidad, Ricardo Francolini.
¿Por qué lo sacaron de Debate Abierto?
Querían caras de la casa.
¿Y su ‘rating’?
Era bajo. En la mañana no hay mucho rating. Y en un programa de dos horas y media uno ni sabe qué decir.
Su reemplazo será Atenógenes Rodríguez. ¿Qué tiene él que no tiene usted?
Tiene más experiencia y es de casa. Yo soy un rookie de 40 años en TV. Solo para Presidente y para Papa uno se ve joven a los 40.
¿Usted escribe el guión de Casimiro?
A veces. Otras, él inventa. Como animó fiestas de niños por tantos años, sabe cómo tratar a los políticos...
Describa a los políticos.
Hacen en gobierno lo que critican en oposición, y critican en oposición lo que hacían en gobierno. En el gobierno dicen que yo trato de resucitar al PRD y en el PRD dicen que soy pro gobierno.
¿Y cómo es?
Libra: ecuánime.
¿Casimiro decía lo que Ud. no se atrevía a decir?
Sí... ¿Quién va a perder los estribos con un títere? Solo Pedro Miguel González.
Los políticos que más se prestan para bromas.
Bosco Vallarino, por mérito propio; José Raúl Mulino, porque todo lo toma en serio; Ricardo Martinelli, porque responde bien a la pulla, y Juan Carlos Navarro, porque su imagen visual y sonora no concuerdan.
Ahora que ya no está en televisión, ¿qué hará?
Hay ofertas... Por ahora sigo en la radio y en la directiva de la Caja de Ahorros.
¿Usted debe su cargo en la Caja de Ahorros a su amistad con su presidente, Ricardo Francolini?
Sí. Somos amigos.
¿Con qué moral critica el amiguismo gubernamental si a eso debe su cargo?
Bueno, está dentro de mi campo: la banca.
Si usted fuera dueño de un programa de opinión, ¿a qué presentador elegiría?
Alguien con la agudeza de Sabrina Bacal, el humor negro de Flor Mizrachi, la experiencia de Luz María Noli, la ironía de Mónica Palm y las piernas de Alexandra Ciniglio.
¿Cómo se asegura de que sus panelistas dominen el tema que se debate?
Generalmente nadie lo hace. Los que manejan los hilos del poder no debaten.
¿Quiénes son esos?
Los mismos de siempre.
El político que menos le gustó tener como invitado.
Geovanni Solís. Su discurso es hueco.
¿Y el más inteligente?
Alberto Vallarino. Lástima que sea tan intransigente.
Su peor momento en la televisión.
Cuando José Álvaro y Miguel Antonio Bernal debatían la reelección del rector: casi se dan. Y cuando la mole de Chello Gálvez se paró, alzó la mesa y me tiró el café.
Tres cosas en común con su tía Mayín Correa.
Apellido, apellido, apellido.
¿Se ve saltando a la política, como ella?
Como dijo García Márquez: “nunca digas de esta mie... no comeré”, pero ¿en qué partido? Ninguno tiene ideología ni fines claros.
¿Qué tan tensa es la relación de los medios y la sociedad civil con el Gobierno?
Al punto de ebullición. La nueva moda de los gobiernos es demandar a los medios; pegarles de otra forma se vería mal a nivel internacional. Hablan de democracia pero no soportan la crítica.
Los personajes de su programa radial retratan una sociedad poco importa, sin valores. ¿Es la realidad?
Sí. Cada uno piensa que su verdad es absoluta y pelea por su parcela de poder.