“Esta era una zona de mucho turismo local, todos en el pueblo bajaban el fin de semana a bañarse y divertirse”, recuerda Maritza Chávez, viendo cómo ha cambiado el paisaje del río Chico en el sector de Boquerón, provincia de Chiriquí. Camiones, tractores y máquinas cementeras han invadido esa parte del río con un solo objetivo: erigir una hidroeléctrica.
Esto no solo sucede en el río Chico. A partir de 2006 –durante el gobierno de Martín Torrijos– los derechos de propiedad sobre el agua de los principales ríos de Chiriquí empezaron a pasar a manos privadas por 50 años prorrogables, según los contratos de concesión para construir hidroeléctricas. En casi todos los casos, las concesiones fueron gratuitas.
Solo el 10% del agua de estos ríos quedará para abastecer de agua potable a las poblaciones de esta provincia. Esa pequeña porción también deberá alcanzar para el uso agrícola, toma de agua de animales, turismo y el resto de las actividades, según las reglas impuestas por la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos (Asep).
El 90% del agua restante pasará a servir las necesidades de 17 hidroeléctricas que se construyen, otras 11 ya aprobadas y en diseño final, y 35 restantes que esperan aprobación oficial.
Detrás del sector de las pequeñas y medianas hidroeléctricas, donde el Estado regala la materia prima y restringe a varias poblaciones del uso de los ríos, se esconde un gran negocio que atrajo hasta al hombre más rico del mundo: Carlos Slim.
Su oferta de 31.7 millones de dólares, en mayo de 2007, por la concesión de dos hidroeléctricas y la promesa de una inversión de 321 millones de dólares, fue el disparador para la “fiebre” del sector.
Antes de ello, reveló una fuente a La Prensa, desde el Palacio de las Garzas –entonces a cargo de Torrijos– se hicieron todos los ajustes para facilitar la llegada del empresario mexicano con su firma de proyectos de infraestructura: Ideal S.A.
Ello incluyó –según la misma fuente– cambios a la legislación sobre producción de energía, reglamentación para las concesiones de aguas y, por último, readjudicar por incumplimiento de inversión dos concesiones de hidroeléctricas que tenía Cesar Lisak: Bajo de Mina y Baitún.
A partir de ese momento se generó un mercado secundario entre especuladores y empresarios que también querían entrar en el negocio. Así, a Slim lo siguieron otros empresarios locales cómo González Revilla, Eleta, Lewis Navarro, Hanono, Harari, Delvalle y Virzi.
Otros allegados al gobierno de Torrijos también aprovecharon para conseguir en forma expedita aprobaciones pendientes que luego vendieron a terceros.
Hasta el actual presidente de la República, Ricardo Martinelli, entró en el negocio de las hidroeléctricas, aunque éste tiene sus proyectos en Veraguas.