Si alguien albergaba duda de la incompetencia de nuestros gobernantes, lo que está sucediendo debería despejar toda sospecha. El Gobierno no parece existir y el que parece tener el control del país es Saúl Méndez, a quien, como izquierdista que se respete, le gusta reinar en países arruinados o llevarlos a eso. Dice el fantasma del presidente de la República que han evitado responder a las provocaciones de grupos que hacen esto: manifestaciones violentas que atentan contra la salud y la educación, que destruyen los empleos existentes y los futuros y que arremeten contra la recuperación económica y la paz social.
Debo suponer que el Gobierno responderá cuando esos grupos empiecen a quemar sus casas o intenten llegar a sus oficinas y ajusticiarlos. O cuando ya no tengan comida en sus neveras. Tal parece que hubiesen llegado a un acuerdo con el señor Méndez para juntos desestabilizar el país, uno con sus acciones y el otro con sus omisiones. Y, como están las cosas, no me extrañaría que hasta haya pasado por sus cabezas posponer las elecciones, porque ni plata le han dado al Tribunal Electoral para completar las tareas que se tenían previstas este año con miras a los comicios de 2024.
Pero además de una ausencia notoria, no es menos importante el hecho de que el Gobierno agotó su capital político. Ya no los ven como gobernantes, sino como pillos, que han saqueado inescrupulosamente las arcas del Estado y ahora los políticos del PRD son los nuevos magnates del país: han robado a dos manos, desde los vales digitales, pasando por tierras valiosas del Estado, hasta plata de los impuestos y las nunca ausentes coimas. Han destruido los contrapesos: la Contraloría, la Procuraduría de la Nación, la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información, la Fiscalía Electoral, etc., y han pisoteado las leyes, como las de Transparencia y de Contrataciones Públicas, o las crearon para el despojo, como la ley de incentivos turísticos.
Y no es todo. El PRD llegó al poder sin legitimidad. Hicieron trampas en las elecciones de 2019, recogiendo plata de donantes que nunca declararon al Tribunal Electoral y que probablemente sobrepasó el tope establecido por ley. En el afán de ganar, el presidente ya debía importantes favores sin haber pisado el Palacio de las Garzas. Hipotecó su presidencia a diputados, políticos y empresas de la peor calaña, junto con sus dueños, quienes quiera que sean. Su delfín no es más que un mequetrefe codicioso que no sabe distinguir entre la verdad y sus mentiras. Su calado intelectual es inversamente proporcional a su hipocresía, porque si algo le sobra es eso: fariseísmo.
El contrato minero fue la gota que derramó el vaso y ahora estamos metidos en este avispero gracias a los diputados, Saúl y Nito, en el que el primero hace y deshace y el segundo mira y bosteza. Si el contrato con First Quantum se firmó siguiendo un paralelismo de los planes que estos sinvergüenzas tenían con Cerro Quema, no me extraña que Nito le haya arrebatado el contrato ley a los diputados para firmarlo. Nito, su vice, sus mecenas, sus protectores y la pila de ladrones a su alrededor ya han entrado a la historia, con honores. Solo falta definir si es el segundo peor gobierno de la historia reciente o si será el primero. La justicia –si queda algo de ella– nos lo dirá.