Sábado picante: El paraíso nica

Sábado picante: El paraíso nica
Ricardo Martinelli. LP/Miguel Cavalli


Escuchar y leer lo que escribe Ricardo Martinelli sobre su último caso es aburridísimo. En cada publicación del periódico que no es de él; en cada noticia en la televisora que no es de él y en cada opinión en la radio que no es de él se refleja el fracaso, la frustración, la impotencia, la tristeza, la desesperación, el llanto. Es una “llantarria” que aburre más que diez niños llorando por el helado que no les dan. Pero admito que en ocasiones es divertido.

Álvaro Alvarado publicó el extracto de una entrevista que le hizo a Martinelli cuando era presidente. En ella, se quejaba de que cuando se acusaba a un funcionario de enriquecimiento ilícito o de cualquier otro delito, sus abogados dilataban sus procesos judiciales. “Tienen 500 recursos de apelación, de reconsideración” y le dan la sensación al pueblo panameño de que la justicia no funciona”.

500 acusaciones después, el hombre del supuesto pecho de acero recurre a las mismas armas de dilatación. En vísperas de un fallo condenatorio –que consiguió quién sabe cómo– esta misma semana la Corte le negó su noveno amparo de garantías constitucionales; le rechazó una recusación contra la magistrada de la Sala Penal María Eugenia López, mientras espera el resultado de una advertencia de inconstitucionalidad contra un artículo del Código Judicial sobre los requisitos para admitir recursos de casación. También presentó un nuevo amparo de garantías constitucionales para hacer valer su celestial y sagrado principio de especialidad.

¿Quién puede creer en una valentía representada en leguleyadas o en el abuso de la ley? Bueno, si yo fuera tan valiente como él, tendría permanentemente encendidos los motores del jet, con suficiente combustible para ir a Nicaragua, donde, si le caigo bien a Dany Ortega y a doña Rosario, me abrirán las puertas para vivir como ellos lo hacen por una módica suma… de abrazos y elogios. Pero no diría una palabra por teléfono, porque a estas alturas, supongo que los gringos tendrán bien pinchados los teléfonos y por nada del mundo les daría la oportunidad de obligar a mi avión a aterrizar en otro país que no sea Nicaragua, como les pasó a los hijos de él.

El viaje tiene que ser corto, porque si me agarran yendo para Irlanda, ¡qué va!, me hacen bajar en alguna base militar gringa. Así que eso tiene que ser aquí mismo, en Centroamérica, que además tiene la ventaja de que podría ver a la familia y a todos los amigos que después saldrán de prisión, si los llegan a condenar. Bueno, quién los manda a ser corruptos si no saben hacer las cosas bien, como las hago yo. Eso es lo que yo haría, pero no sé si lo haría ese señor. En todo caso, ese es el dato.

Sugiero llevarse algunos amigos del gobierno que le ayudaron en este difícil viaje –sea agradecido por una vez en la vida– porque, según Madame Kalalú, “... las barajas también me han dicho que viene un muchacho fugándose antes de pagar...”.


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