Sábado picante

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El presidente de la República, José Raúl Mulino, rinde informe a la Nación. LP Isaac Ortega


El presidente José Raúl Mulino tiene buena memoria, pero mejor que eso, sabe elegir sus palabras cuando se trata de describir el gobierno del que fue parte entre 2009 y 2014. Me causó gracia que, disfrutando de tan buena memoria, nos dijera que la Procuraduría General de la República tiene 10 años sin independencia. Eso es una conveniente selección de años, pues deliberadamente no sumó los cinco años del gobierno del que fue parte, en los que esa Procuraduría estuvo en manos de marionetas de Ricardo Martinelli.

No olvidamos que en la presidencia de este señor –condenado por lavado de activos y luego refugiado en la embajada de un dictador– el Ministerio Público fue manejado de forma tan deplorable que solo se abrían casos por exigencia de los ciudadanos, aunque podía hacerlo de oficio, pero después todo quedaba en la nada. No creo que Mulino haya olvidado el caso del florista de Paitilla, que flota en la nada, al igual que el caso de las tierras de Juan Hombrón.

Ni hablar de Valter Lavítola y Finmeccanica y las coimas de entre $25 y $30 millones que se pagaron y pagarían, incluido un helicóptero –de $8 millones, tapizado en piel Hermés– negociado por los maleantes de los hijos del refugiado, caso perdido en nuestro universo paralelo: el de la impunidad. Me pregunto qué fue del caso de Financial Pacific o de la desaparición de Vernon Ramos, los sobreprecios de innumerables obras públicas nunca investigadas, como la autopista de La Chorrera, la obras de IBT Group, pasos a desnivel en varios puntos de la capital. Nada pasó porque ese “independiente” Ministerio Público de Martinelli sencillamente miró a otro lado.

Mulino nos habló de una “genialidad” del pasado gobierno: una potabilizadora sin agua ni planta de luz. “Es decir –dijo–, construyeron una potabilizadora sin agua y sin electricidad”. Gran torpeza si es cómo él dice, pero es igual que cuando el gobierno de Martinelli –del que Mulino fue parte en sus decisiones– construyó facilidades hospitalarias con esos mismos problemas, destacando el Minsa-Capsi de El Tigue de Los Amarillos (en Veraguas), que pasó años sin funcionar por no tener energía trifásica.

No creo que haya olvidado nada de eso, pues Mulino –reitero– goza de perfecta memoria, pero conviene echarle tierrita a esos escándalos, y que nadie se acuerde de las malas decisiones que también tomó su pasado gobierno, que dejó sólidas bases, en leyes y actitudes, para el brutal despojo del que después hemos sido víctimas los panameños.

Mulino dijo que el Ministerio Público no es para perseguir enemigos. Suena bien, pero las primeras enemigas –fiscales que lo investigaron a él y la camarilla de maleantes que gobernó con él– ya fueron ajusticiadas. Ahora toca observar al nuevo Procurador y al Contralor. Este último ya hizo designaciones que no han pasado inadvertidas. He visto algunos de sus nombramientos y no son para aplaudir, sino para lamentar. Definitivamente, siento que las cosas allí no empiezan bien, pero, una vez más, espero estar equivocado por el bien del país.


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